El parto de Frankenstein
La madre de todas las reformas, esto es la del sistema financiero más sólido del mundo, parece que va a ser aprobada en el próximo Consejo de Ministros. Sobre el particular coexisten dos doctrinas desde que, allá por 2007, George Bush y el Partido Republicano fundaran los Estados Unidos Socialistas de América. La primera consiste en colectivizar las pérdidas de los bancos, transfiriendo el coste íntegro de su rescate a los contribuyentes. La segunda, también. En puridad, llámense plan Paulson, banco malo o decreto Guindos, la única diferencia entre ellas es nominal. Porque, de modo franco o emboscándose entre enmarañadas fantasías de la ciencia ficción contable, ambas comparten idéntico principio filosófico: dinero (público, of course) a cambio de basura.
Así las cosas, a día de hoy Europa ya ha transferido un trece por ciento del PIB continental a la banca privada. Y la sangría del bolsillo del Leviatán todavía no ha acabado. De ahí, por cierto, ese innovador negocio que tiene ocupado el talento de nuestros genios de las finanzas: recibir dinero del BCE al uno por ciento y prestárselo luego al Gobierno al seis. Aunque, aquí, parece cuajar el cuento de hadas de que el lance nos saldrá gratis total. Pues, fiel a una ancestral tradición castiza, el Banco de España acaba de descubrir el ungüento amarillo: las fusiones. Las entidades saneadas adquirirán –se nos dice– a los zombis, y todo arreglado. Constituye un misterio, sin embargo, por qué lo van a hacer. ¿Quién compra problemas – y gordos – a cambio de nada? [...]
José García Domínguez
Libertad Digital
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