domingo, 12 de febrero de 2012

0 Atrapados en el norte (I)

"Hace tiempo que se me habían acabado todas las ayudas. Mis padres, ya mayores, llevaban varios meses pagando los 540 euros de mi hipoteca. No me salía nada, las expectativas eran muy malas. Recuerdo que estaba en un bar que tenía al fondo la tele puesta. Echaban Españoles en el mundo. Salía un hombre que vivía al norte de Noruega, decía que ganaba 4.000 euros. Se le veía contento al tío. De pronto se tiró al agua de un salto... Y me dije: Paco, allí te tienes que ir".
Francisco Zamora, de 44 años, de Alcantarilla (Murcia), es un tipo tranquilo. Lleva una bufanda con triple vuelta al cuello para esquivar el frío punzante. Tiene un graduado de electrónica, experiencia en la construcción y en fábricas, llegó a ganar 3.000 euros al mes. Pero hace tres años que todo eso quedó atrás. Como él, cientos de españoles que llevan meses en el paro han emigrado de una España en crisis y han puesto rumbo a uno de los países más ricos del mundo; la elección no podía fallar. Pero una vez allí el mito se les ha quebrado. Sin cualificación o idiomas, les cierran las puertas. Las autoridades no quieren saber nada de ellos. Algunos se han gastado sus ahorros y malviven, durmiendo incluso en la calle. "¿Sabes lo que es buscar en la basura?", pregunta un catalán que nació en democracia y para quien la palabra emigrar era cosa del pasado.
El pasado agosto, Paco pidió de nuevo dinero prestado a sus padres y compró un billete -de ida- a Bergen. Era la primera vez que salía de España. Llevaba 225 euros en el bolsillo. "Aterricé a las ocho de la tarde. Mi plan era pasar la primera noche en el aeropuerto, pero tenía tantas ganas de ver la ciudad que me subí al autobús. Cuando llegué, estaba anocheciendo y hacía un frío que te mueres. Toda la ropa que llevaba me la puse encima y dormí en la calle como pude. Me echaba en una marquesina, andaba, me metía en un portal...". Paco pasó la primera semana dando vueltas por una de las ciudades más pintorescas del mundo. El mar, la montaña, coloridas casas de madera... "Llevé un macuto pequeño que cabía en las taquillas de la estación de tren. Pagaba cinco coronas (0,75 euros) por usar el baño y allí me aseaba. Un día me crucé con otro español que me habló de un albergue al que podía ir de día a por comida y a entrar en calor".
Carmen Pérez
El Pais, 12/02/2012

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