Estimado anónimo:
Lo primero debo disculparme por mi tardanza en escribir. Ya sabes vía telefónica de mis nuevos proyectos que me tienen apartado de la vida cotidiana habitual, aunque eso ha quedado solucionado con un poco de orden durante el día y sobre todo, durante la noche.
Imagino que sabrás de lo que vengo a hablarte, que es de lo que habla todo el mundo y de lo que, como supongo, estarás bastante informado. Baltasar Garzón. El juez ha sido condenado por prevaricación y será relegado de su función once años, lo cual es un mundo en la judicatura a la que de buena chanza, estaremos de acuerdo en que no regresará. Basta hojear cualquier medio para entender –de una forma u otra- que el ahora condenado no respetó una de las normas básicas del juego de la democracia en el que nos hallamos inmersos nos guste o no: no han de violarse las comunicaciones con los abogados. Derecho a la Defensa creo que lo llaman. En la trena, se rige por el artículo 51.2 de la Ley Orgánica General Penitenciaria que no permite las escuchas salvo que un juez lo indique por causas terroristas. Vamos, que si Otegui ha de firmar para que le escuchen, Correa también debería haber firmado.
El mundo de las nuevas tecnologías ha llevado a un doble conocimiento de la realidad: las breaking news llegan ahora a través de los teléfonos móviles, los atracos suceden en directo por webcam y los goles se recogen mediante cámaras de fotos. La imagen fue la que condenó a Garzón. Sería allá por el año 1994. Felipe con un ramo de rosas en la mano y un sonriente, y más joven, Baltasar Garzón detrás, también sonriente, empático. Se repartían cargos y siempre quiso verse como Ministro de Justicia. La disonancia cognitiva asomaba; el juez metido a político; el político metido a juez. Pero Felipe tenía –siempre tuvo- una baraja de ases en la manga, Garzón no fue ministro y juro vendetta.
No hace mucho, con motivo de las generales, escribía en otro de mis artículos los símiles del hampa del todo a cien que representó para entonces la cuadrilla de Míster X con los muchachos de Tarantino de Reservoir Dogs. Y no solo me mantengo, amplío la vendetta de salón a Garzón, quien juró venganza y la tomó desmontando a los Reservoirs de Ferraz con el caso GAL, que se juzgó mediático y acabó con expresidentes en las puertas del maco con abrazos sollozantes de moralidad y carentes, ay, de espíritu democrático.
Thomas Malthus es la referencia de Garzón, aunque él no lo sepa. El ritmo de crecimiento del PSOE había alcanzado por entonces límites de expansión exacerbados de mayorías absolutas, saltos de vértigo a la Ley e incluso una prensa propia. El dinero no daba para más en una crisis similar a la actual que acabaría por costarle el Gobierno y la honra a González, cosa que tras la desintoxicación paulatina, le ha importado bastante poco a X que juega en Ferraz a su ajedrez particular, ora rey Rubalcaba, ora reina Chacón. El maltusianismo de Garzón quedó demostrado toda vez que envió a Barrionuevo, Vera y Amedo al trullo evidenciando que si algo mató al PSOE de entonces fueron las bases de Malthus: la miseria, de un país parado, el vicio, de quien mucho abarca y poco aprieta, y la restricción moral, añeja al socialismo desde que el mundo es mundo. Por eso la decisión maltusiana propugnada por el hoy exjuez tuvo sus frutos de control poblacional años ha, resultando el zapaterismo una mera cuestión estamental y de marketing, que ha vuelto a estallar tras los tres principios del clérigo anglicano.
Aun hay una cosa que me preocupa más y es la cerrazón de quien no ve en la caída de Baltasar un triunfo del Estado de Derecho. Es ruborizante que haya seguidores de un juez, haga lo que haga, y no va más allá de mi teoría del partido de fútbol eterno en el que España anda inmersa en una prórroga que se prolonga desde el 1939 sin un fin claramente marcado. Barça o Madrid, PP o PSOE, Garzón o AntiGarzón. Quizá esto último sea lo más insigne y defectuoso de quienes, como Gaspar Llamazares, quisieron una vez ser Presidentes del cotarro, aun a sabidas cuentas de que no lo serían. Porque comulgar con un juez supone comulgar con todas sus sentencias, métodos y pareceres. Y es posible que se pueda comulgar con métodos y pareceres, pero las sentencias de la alta alcurnia jurídica no dejan de ser de una base personalísima ajustada a unos Fundamentos de Derecho que no conocemos ni Gaspar, ni Cayo, ni tú, ni yo, lo cual a los dos primeros no les evita convocar manifestaciones en nombre del progreso, valga la redundancia. De hecho no tardaron en convocarla para la misma tarde de la sentencia. Como comentaba con Jorge Bustos –a quien hace tiempo con motivo del 15M le aconsejé llenar un carrito de la compra como Viggo Mortensen en The Road y no salir de casa, ya que es vecino de Sol- si se produjeron las acampadas es por una mera cuestión nómada: sale mejor quedarse allí que ir día tras día al campamento base, ya sea andando o colándose en el Metro.
Contaba Camba que paseando junto al Támesis en Londres, un español se lanzó al agua para salvar a una persona que se ahogaba. El español terminó pidiendo ayuda a un guardia inglés, ya que al caer al río, recayó en una cosa a priori básica: no sabía nadar. Así hace tiempo que Garzón se tiró al Turia con la sana intención de reflotar al PSOE ahora encabezado por Rubalcaba, olvidándose desdeñosamente que al igual del español del Támesis, no sabía nadar.
Un abrazo
Darío Novo
Me quito el cráneo.
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