El siguiente torneo fue la clasificación para la aludida Eurocopa, ya con lo mejor de ambas generaciones, y Yugoslavia quedó primera de su grupo. Fue una fase de clasificación muy dura. Se quedaron fuera equipos del nivel de España, Italia o Rumanía. La plantilla que tenía Ivica Osim era de las que solo se dan cada cincuenta años, pero antes de saber si alguien podía derrotar a semejante plantel de jugadores, las guerras se cargaron el equipo.
Durante el año 91 los croatas fueron abandonando la selección. En verano el parlamento croata declaró la independencia. En septiembre comenzó la Batalla de Vukovar y en octubre Radovan Karazdic pronunció su tristemente célebre discurso en el que advertía de que todos los musulmanes de Bosnia podían ser aniquilados. El seleccionador, Ivica Osim, quien hizo debutar ese mismo mes a Sasa Curcic frente a Brasil, era sarajevita, croata y su mujer, musulmana. En el 92, vivía en Belgrado colgado del teléfono, escuchando las noticias que llegaban de una cada vez más violenta Sarajevo, donde estaba su familia. Como también empezó a recibir amenazas, tuvo que renunciar a su cargo y escapar a Grecia. Se fue diciendo que su expaís no merecía disputar la Eurocopa. Los musulmanes Meho Kodro, Faruk(“Pepe”, en el Betis) Hadzibegic y Mehmed Bazdarevic también abandonaron.
Las federaciones eslovena y macedonia, países ya independientes, permitieron a sus jugadores acudir a jugar con Yugoslavia. Pero Katanec, esloveno, se negó. Y Pancev, macedonio, dijo que estaba demasiado cansado. A mediados de mayo hubo una última esperanza, la prensa publicó que los croatas podían ceder a sus jugadores si se les hacía partícipes de los ingresos por disputar el torneo. Algo que no tenía mucho sentido pues, esos días, la selección de Croacia de baloncesto estaba disputando contra Cataluña en Barcelona un amistoso de preparación para la Olimpiada, en la que esperaban medirse a la Yugoslavia de sus excompatriotas Divac, Danilovic yDjordjevic, que finalmente fue también vetada. El caso es que a la convocatoria de la Eurocopa de fútbol terminaron yendo solo serbios, montenegrinos, un par de voluntarios eslovenos, un bosnio musulmán —el portero Fahrudin Omerovic— y un macedonio —Najdoski, que fue ese mismo año al Valladolid—.
Las imágenes de la guerra ya estaban escandalizando a Occidente en cada informativo de televisión. A la selección, en un encuentro preparativo contra la Fiorentina, la abuchearon. La llegada a Suecia, además, estuvo rodeada de medidas de seguridad por temor a atentados de la diáspora de origen yugoslavo que residía en el país escandinavo. John Major, por su parte, amenazó con retirar a Inglaterra si no se echaba a Yugoslavia. La expedición Plavi, desde Estocolmo, desbordada por los acontecimientos, proclamó “No somos asesinos”. YStojkovic dijo que las satisfacciones deportivas ayudarían a todo el país, pero finalmente fueron expulsados de la fase final cuando ya estaban entrenando para preparar el primer partido.
Un suceso lamentable. Unos meses de infarto. Deprimentes. Un drama que podría marcar la carrera de cualquier jugador, pero que tenía un pequeño problema. Un detalle sutil. Sasa Curcic nunca estuvo allí. No estaba entre los 18 convocados inicialmente (que sin los croatas también metían miedo con Mijhailovic, Stojkovic, Jugovic, Mijatovic y Savicevic) ni era ninguno de los dos que fueron llamados a última hora para completar la lista: el muy grato de pronunciar, Slobodan Krcmarevic, y Dejan “Rambo” Petkovic.
En ningún documento aparece Curcic en aquel grupo de seleccionados. Ni en los cromos de Panini, que editó el álbum de la Eurocopa sin la sustituta, Dinamarca, a la postre el equipo ganador del torneo. Y Curcic, si no estuvo allí ¿por qué le echó la culpa a la UEFA de destruir su carrera echando a una selección de la que aún no formaba parte? Todo indica que Sasa fue, durante sus años más locos, que coincidieron con los que ejerció la profesión de futbolista, un genuino cantamañanas. De hecho, en Birmingham se le recuerda, más que por su fútbol, por haberse comprado un autobús de dos plantas que llenaba de nenas para recorrer las calles de la ciudad dándole un toque más ameno a su vida nocturna. Pero lo mejor será, ya fuera caretas, que relatemos su vida desde el principio.
Álvaro Corazón Rural, Jelena Arsic y Sasa Ozmo
Jot Down
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