Hace ya tantos años, cuando Barcelona era una ciudad amable no tomada aún por los nuevos curas trabucaires de la cruzada identitaria, un rumbero argentino hoy difunto, el Gato Pérez, triunfaba en los garitos de Gracia con una canción titulada "El Ventilador". Y eso mismo, el ventilador, es lo que parece va a poner en marcha el Partido Popular, Dolores de Cospedal mediante, por ver de perfumar todos los ambientes con el inconfundible aroma que desprenden Bárcenas & Cía. Vuelve, pues, el "y tú más", ese gran clásico del pequeño politiqueo de vuelo gallináceo siempre tan caro a las elites partitocráticas de la Villa y Corte.
Ha abierto la veda del cenagal la propia secretaria de los populares con un aviso a navegantes progresistas que, ¡ay!, podría transformarse en un búmeran. Así, con audacia algo imprudente, acaba de recordar Cospedal que "nadie" ha pedido responsabilidades por el "inmenso patrimonio" de Bono. Aunque, llegados a ese clímax de la demagogia garbancera, la pregunta se antoja de cajón: ¿y por qué no lo hace ella misma? ¿Quién se lo impide? Están jugando con fuego. La calle, que no entiende de sutilezas analíticas ni de arcanos macroeconómicos, quiere que rueden cabezas, exige chivos expiatorios que carguen con la penitencia de la crisis. Y la política acapara a estas horas todos los números de la rifa.
No sigamos engañándonos, la democracia nunca ha contado con demasiados entusiastas a este lado de los Pirineos durante los últimos dos siglos. Es como la mili de antes: un trance por el que hay que pasar, más que nada, porque no queda otro remedio. No obstante, devoción poca. Nadie se extrañe, por tanto, del revivalcontemporáneo de una mentalidad, la característica del tardofranquismo, que suponíamos muerta y enterrada. Otra vez el absoluto descrédito entre el pueblo de la política y los políticos en beneficio de la presunta asepsia gestora de los tecnócratas. Un arcaísmo castizo, por cierto, del que participan los antisistema del espectro todo, igual a diestra que a siniestra. La victoria de Rajoy hace apenas un año quizá fue el último vagón del último tren, no para el PP sino para el sistema. Pero ellos como si nada, siguen jugando. Y con fuego.
José García Domínguez / Libertad Digital
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