Cuando fichó por el Partizan, pudo devolver a su club todo el pufo que había dejado en el bar del hotel. Ivica Osim, que además de seleccionador era el entrenador del rival eterno del Estrella Roja, lo pidió antes de irse como sustituto de Pedja Mijatovic, que había fichado por el Valencia. En total se habían marchado diez jugadores. Había empezado el embargo internacional a Serbia, o lo que quedaba de Yugoslavia, y el club necesitaba vender como fuera. Slavisa Jokanovic, por ejemplo, se marchó al Oviedo. Y el esloveno Zlatko Zahovic, a Portugal, para temporadas después también terminar en el Valencia. Aunque con el sustituto de Osim en el banquillo, Ljubisa Tumbakovic, entrenador del filial, y la llegada de Curcic, la desbandada no es que no se notara, es que el equipo mejoró.
Tumbakovic le ha contado a Jot Down en un telefonazo cómo diseñó esta plantilla:
“Nuestra estrategia fue la de seleccionar lo mejor de nuestra escuela en aquel momento, Ciric, Milosevic, Nadj… y tratar de fichar un jugador de calidad para cada línea. Así trajimos a Zoran “Bata” Mirkovic del FK Rad, que luego fue internacional y acabó en la Juventus, a Dejan Curovic, que luego se fue a Holanda, al Vitesse, y para el centro del campo cogimos al jugador con más personalidad del momento, también el que más nos habían recomendado, ese era Sasa Curcic”.
“Curcic tenía un talento increíble, tanto técnica como creativamente. Tenía algo raro de encontrar en el fútbol, que es explosión y rapidez, pero también resistencia. Además, era muy carismático como persona. Eso también nos interesaba. Queríamos a alguien por el cual la gente va al estadio. Era un genio. Como jugador fue alguien enviado por el propio Dios… pero nadie es perfecto y él tampoco, claro”.
En cualquier caso, Sasa encajó como un guante en la plantilla. Pronto se convirtió en el jugador más generoso sobre el campo y el más querido en el vestuario. En su primera temporada, voló con los crno-beli (blanquinegros) hacia el título metiendo siete goles en treinta partidos. En ese primer año, coincidió con el que luego sería uno de los mejores amigos de toda su vida, el citado Savo Milosevic, también viejo conocido por la afición española. Aunque, en realidad, más de media plantilla del Partizan de esa temporada 93-94 terminó en España en plena fiebre compradora de yugoslavos: Ranko Popovic (Almería), Petar Vasiljevic (Osasuna y Albacete), Albert Nadj (Betis, Oviedo y Elche), Djordje Tomic (Atlético de Madrid y Oviedo), Dragan Ciric (Barcelona y Valladolid), Ivan Tomic (Alavés y Rayo), Milan Djurdjevic (Mallorca) y Ljubomir Vorkapić (Hércules y Almería). Un ejército de trotamundos, unos con mejor suerte que otros.
Pero es que no quedaba otra que vender jugadores año tras año. No solo los clubes tenían problemas, en la época de las sanciones y el embargo a los ciudadanos empezó a faltarles prácticamente todo. Encima, el presidente del país, Slobodan Milosevic, tuvo a bien ponerse a imprimir billetes y la inflación alcanzó cotas nunca vistas en la historia de la economía mundial, un índice del 5.000.000.000.000.000%. Los precios subían por horas. Todavía mucha gente guarda “cariñosamente” sus fajos de billetes de diez mil millones de dinares que no llegaban ni para comprarse una tableta de chocolate.
Álvaro Corazón Rural, Jelena Arsic y Sasa Ozmo
Jot Down
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