miércoles, 16 de enero de 2013

0 Sasa Curcic: el George Best serbio (VI)


Ocurre que Curcic era una de esas personas incapaces de tomarse en serio a sí mismas, de administrar sus esfuerzos. O lo máximo o lo mínimo. No tenía punto medio ni cabeza que pusiera orden y concierto en esa serie de impulsos. Tumbakovic sigue recordando dislates:
“Hubo un partido muy importante, el Derbi número 100 ante el Estrella Roja. Lo teníamos todo bajo control. Ganábamos 1 a 0 a la media hora. Todo iba sobre ruedas hasta que Sasa me pidió el cambio. Le dije ‘por dios, quédate más’. Algo me duele, contestó él. ‘Quédate más para que otro caliente’, insistí. No le dolía nada. En la segunda parte volvió a pedirme que le cambiara. Y a mí no me daba la gana sacarle porque por la derecha estaba Mirko Stojkovic, pero Sasa dijo que ya no podía más. Entonces le sustituí y a los pocos minutos el Estrella nos hizo dos goles por su lado derecho. Lo peor es que la culpa fue mía por dejar que Sasa me engañara. Es de los peores errores en toda mi carrera. Nunca se lo he perdonado, cada vez que lo veo se lo sigo recordando”.
Milos Saranovic, actual director de deportes de la cadena de televisión serbia B92, también ha recordado paraJot Down la impresión que le dejó el jugador aquellos días:
“Mientras jugó en el Partizan estaba claro que estaba naciendo una nueva estrella, pero no dejamos nunca de escuchar historias sobre su vida nocturna, que si chicas y que si fiestas, rumores que luego indirectamente nos confirmaron las noticias que llegaban de Inglaterra. Pero era uno de los jugadores con más talento que yo jamás haya visto en Serbia. Mis mejores recuerdos son de cuando aún estaba en el OFK de Belgrado. Era un regateador brillante, sus balones tenían ojos y era completamente impredecible. Un gran futbolista, pero al que le se le hacía durísimo aceptar las reglas del profesionalismo”.
Ni tampoco las del más mínimo decoro. Con la selección, en un partido contra Japón, cuando el seleccionadorSlobodan Santrac le pidió que saliera en sustitución de Savo Milosevic, comprobó que se había olvidado las espinilleras. Yugoslavia perdió 1 a 0 y la prensa tituló en honor a Curcic “Un Ferrari sin espinilleras”. En el vestuario, el seleccionador dio un discurso que sonaba a dimisión. Les dijo “no puede ser que llame a un jugador y me diga que no ha traído su equipo mínimo para jugar al fúbol”. Pero Curcic, en lugar de darse por aludido, lo que estaba haciendo era rodar con su Sony a escondidas un vídeo casero de la escena, que le debía hacer mucha gracia. Parece que Stojkovic, irritado, filtró el incidente a la prensa, pero Curcic ya estaba disparado hacia ninguna parte. En esa concentración le cogieron con dos japonesas en la cama del hotel. Dijo que lo había hecho “para divertirse un poco” y que el problema era que el seleccionador “estaba celoso”. Nadie le metía en cintura.
De todas formas, había sido gracias a uno de estos viajes con la selección con lo que consiguió que le fichara el Bolton. Los ojeadores del club inglés acudieron a Salónica en septiembre del 95 a ver a Dejan Govedarica, que se lesionó en el último momento. Curcic ocupó su lugar y metió el primer gol. Los enviados del Bolton pudieron quedarse con la cara de uno de los centrocampistas a los que se enfrentaba, Vassilis Tsartas, la que pudo ser la mejor zurda de Europa, pero le eligieron a él.
Álvaro Corazón Rural, Jelena Arsic y Sasa Ozmo
Jot Down



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