En una asamblea
extraordinaria, en septiembre de 1991, a la que tan solo acudieron 162 de los
776 compromisarios, el Atlético de Madrid decidió su conversión en SAD,
fijándose un capital de 2.013 millones de pesetas y un calendario de compra de
acciones en tres rondas consecutivas. Al contrario de lo sucedido en el caso
del Valencia, la operación tuvo poco gancho entre los aficionados colchoneros
y, así, al término de la segunda ronda, los socios únicamente habían adquirido
acciones por valor del 5% del capital social (unos 102 millones de pesetas). La
tercera ronda finalizaba el 30 de junio de 1992, y el entonces presidente Jesús Gil anunció que sería él mismo
quien comprara el resto, de forma que las acciones quedaron en manos de Jesús Gil y sus próximos (entre ellos
el vicepresidente Enrique Cerezo) en
casi un 95%. De esta manera, Gil,
tras invertir, supuestamente, 1.943 millones de pesetas, se convertía en el
dueño prácticamente exclusivo del club del Manzanares. El tiempo y los jueces demostrarían,
como veremos a su tiempo, que este desembolso distaba mucho de haber sido
realmente efectuado.
El proceso no estuvo
exento de polémica. Por una parte, Gil
defendía que había existido igualdad de oportunidades, pero que la afición
atlética no había querido invertir en el club; contrariamente, un grupo de
socios insistía en que se habían puesto todas las trabas posibles y que los
simpatizantes no habían invertido en la compra de acciones debido al
desconocimiento sobre las cuentas del Atlético, a la escasa publicidad que se
había dado y a la poca confianza en Jesús
Gil. Este grupo opositor decidió poner una demanda judicial en la que se
solicita que se anulara la transformación del club y que, como medida cautelar,
se denegase el registro del Atlético como SAD. A pesar de todo, el 26 de
octubre de 1992, en el Registro de Madrid se daba como válida esa conversión.
Gregorio
Martín
Lo que el fútbol se llevó
El País, 1 de julio de 1992 |
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