Al ciudadano Toledo no le gusta el Rey y ha venido a desearle que reviente lo antes posible y con él la “monarquía fascista” que encabeza. Quien más cerca estuvo de anticipar sus deseos fue la ETA, donde el ciudadano Toledo ya está demasiado mayor para militar, conformándose con desempeñarse de meritorio –algo como chico de los recados de Capone– en las manifas tabarreras que juntan a las familias Adams de la mafia norteña. Toledo quiso ser actor, y al constatar honestamente que apenas llenaba el pantalón de monologuista decidió entregarse al activismo revolucionario y siempre que puede se encierra en un balcón en protesta contra el IVA o se baja al moro a soportar solidarias ráfagas de arena saharaui que te azotan el rostro y bajan caracoleando incómodamente hasta el ojete. El ciudadano Toledo no está en la cárcel porque el Estado no tiene por qué financiar la manutención de todos los que fracasan en su oficio, pero sobre todo porque habría que indultarle en atención humanitaria al resto de reclusos.
Toledo es el ejemplo no superado de la generosidad que el sistema tiene con el antisistema, de la paciencia de yayo canoso con que un ciertamente artrítico Estado de Derecho responde a los tirones de barba del nieto enfermizo de hiperactividad u oligofrenia. En estos casos fronterizos el castigo resulta contraproducente y lo mejor es contemplar con lástima las evoluciones de la tara y rezar para que el afectado nunca descubra la página web que enseña a hacer bombas caseras con aguarrás y papel de plata. A este Willy, a diferencia del famoso cetáceo con quien comparte nombre, no se le puede liberar de lo suyo, por la sencilla razón de que no está encerrado en ningún sitio, aunque él crea que sí, salvo en su propia estupidez.
—Hay más líneas. El Borbón... bueno, hay una línea que viene de Luis XVI, pero el Borbón, nada. Lo que pasa es que reivindicó el trono y se puso de rey. Pero el Borbón, nada. ¡Hay más reyes en este pueblo! (Breve interludio reflexivo. Y luego:) Esto está todo jodido —balbuceaba ayer un mendigo quizá carlista que se me sentó al lado en el metro, hediendo a vinacho. Pero a este, como al del chiste, mañana se le pasa.
Jorge Bustos / La Gaceta
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