domingo, 14 de octubre de 2012

0 Historia de un balón anaranjado (I)



1.- Casualidades de la vida: el día que Bobby Charlton cumple años fallece Helmut Haller. Rivales en la final del Mundial 1966 de fútbol en la que el goleador Charlton no marcó, pero el interiorHaller sí y acabó robando el balón del encuentro, infracción mayúscula en aquellos tiempos.

2.- ¿Cómo sucedió? Haller, que había logrado el primer gol de la final, explicó años más tarde que se trataba "de una vieja tradición alemana: si los ganadores se quedan la Copa, los perdedores se quedan el balón". Curioso cuando menos: Alemania no había perdido nunca una final antes de 1966, ni europea ni mundial, así que Haller apeló a una tradición inexistente.
3.- Aquel 30 de Julio de 1966, Geoffrey Hurst había logrado un hat trick (el primero y único en una final mundialista) por lo que le correspondía llevarse el balón de la final, pero embriagado por la euforia del triunfo inglés no recordó el detalle ni reclamó el balón hasta 1998, cuando coincidió en una cena conHaller.
4.- El interior alemán le contó que se había llevado el balón anaranjado de la final -pese a los intentos del árbitro suizo Gottfried Dienst- porque su hijo Jürgen los coleccionaba. De hecho, en la cena de gala celebrada tras la final, Haller logró que los mejores jugadores del Mundial le firmaran el balón.
5.- No era un balón cualquiera, sino el único que se empleó en la final y el último de los que no llevaron estampada la marca de una firma deportiva, aunque había sido fabricado por Slazenger. En 1970, Adidas ya capitalizó los derechos del esférico. Pero aquella tarde de Wembley, Inglaterra y Alemania se enfrentaron con un balón compuesto por 18 tiras de cuero teñido de color naranja, duro como todos los de la época, y con válvula que permitía hincharlo.

6.- Aquella fue una final igualada, apasionante y polémica. Abrió el marcador el propio Helmut Haller, un interior rubio surgido del Augsburg que había triunfado en Italia, ganando scudettos con el Bologna y también, en la frontera de los años 70, con la Juventus. Haller era un interior de transiciones, menos brillante técnicamente que esa maravilla de compañero llamado Overath, pero magnífico en su llegada al área.
Martín Perarnau / Marca

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