sábado, 27 de octubre de 2012

0 Gladiadores modernos, piscinas turbias y ángeles ebrios. Cuatro días en Las Vegas para la pelea cumbre de la lucha definitiva (II)



En retrospectiva, el triunfo original de Gracie estableció bastantes de las bases por las que la UFC evolucionaría desde entonces. Por ejemplo, la hegemonía de combatientes brasileños: tipos duros de favelas domesticados en el gimnasio, con una disciplina estricta impulsada por el hambre de triunfo, sin olvidar la existencia de un deporte propio menos glamouroso, el valetudo. Además, el jiu-jitsu brasileño ha terminado por convertirse en la disciplina que más influye en las artes marciales mixtas actuales, donde no faltan tampoco elementos de taekwondo, boxeo, muay thai, kickboxing o lucha libre. Porque de la lucha de expertos en distintos deportes se ha ido pasando a una disciplina propia, con una selección de técnicas de las demás, en la que los campeones de un solo deporte podrían participar, pero no durarían mucho en pie.
Los veinte años transcurridos, además de los del crecimiento, han sido los de la respetabilidad. Aunque la iconografía de la UFC sigue estando mucho más cerca de los chándals con llamas de Bosco que de las chaquetas de Armani, con mayoría de tatuados en el octágono y de rednecks en la grada, el “sin reglas” inicial se ha ido atenuando, en parte por una campaña política un tanto oportunista que liderara en su momento el más tarde candidato a la presidencia John McCain. Se han impuesto una treintena de limitaciones, que afectan en su mayoría a cuestiones de sensatez como el ataque a los ojos o los genitales. Se crearon categorías por peso. Los combates son cortos, de tres asaltos de cinco minutos por lo general, y de cinco en peleas por el título, y se detienen sin cuenta de protección, tan pronto como el árbitro determina que uno de los luchadores ha recibido un daño severo o se encuentra conmocionado. En consecuencia, el historial de lesiones de verdadera gravedad o problemas cerebrales es nulo. Eso sí, la lona debe aún limpiarse de sangre entre combates: el codo es más letal que el puño contra un enemigo caído, la rodilla puede emplearse contra rivales aún en pie o cayéndose, y en suma, los luchadores veteranos bromean sobre cuánto les queda de original en sus dientes, su nariz o sus costillas. Aunque la UFC como espectáculo se haya refinado al punto de que no ofrece fotos de sangre.

Fueron surgiendo otras empresas que organizan combates de artes marciales mixtas, algunas con reglamentaciones más extremas. Pero la UFC, desde que pasara a estar controlada por unos hermanos del negocio de los casinos, los Fertita, ha ido imponiéndose al combinar espectáculo, marketing y olfato empresarial.
Tras 24 horas consecutivas sin dormir de avión en avión, mi primera noche en Las Vegas llega y acaba temprano. A las cinco de la mañana bajo a buscar mi desayuno. El casino del MGM Grand está tan iluminado como siempre, como Cortylandia en el puente de diciembre; pero la escasez de clientes, y la reducción del ruido de la tarde anterior, cuando tuve que pasar por allí hacia mi habitación, dan al lugar un aura terminal, ballardiana. Desde lo alto de una de las escaleras de salida, las tragaperras se extienden hasta donde alcanza la vista bajo un techo de cinco metros de altura. Como hormiguitas, deambulan representantes tardíos de las principales clientelas de Las Vegas: adolescentes en busca de un remake con colegas de Resacón…, ancianos de los que en España frecuentan los bingos y ludópatas dispuestos a gastarse los ahorros del año en busca del golpe de gracia,  mostrando diversos grados en su evolución hacia el estado terminal de hiperactividad paranoica. Los profesionales del póker y los jugadores ocasionales que son capaces de limitarse a la pura diversión, siempre numéricamente mucho menores, ya no están a esta hora, en la que igualmente se retiraron las camareras recauchutadas para dar paso a sus versiones low-cost, obligadas sin embargo a lucir el mismo uniforme de top y minifalda/maxicinturón. Completan el paisaje los croupiers —casi siempre orientales— y las limpiadoras —siempre hispanas— en tarea constante para que la moqueta colorida, las lámparas doradas y los detalles en mármol reluzcan sin mácula.

La camarera —mexicana— que me cobra en el autoservicio me dice que lleva trabajando desde las cinco de la tarde, pero ahora terminará el turno a las siete.
El día antes dieron comienzo los fastos del UFC 148 con la rueda de prensa de Silva y Sonnen, los dos grandes protagonistas, los tipos de la gran revancha. Silva llega a la cita con una inmaculada trayectoria de 14 combates disputados y otras tantas victorias, sólo dos de ellas a los puntos: el mejor récord de la historia de este deporte. Hombre de pocas palabras, de cultivado aire entre misterioso y altivo, es el primer luchador de UFC que consigue contratos publicitarios con marcas grandes de fuera de la órbita habitual de la UFC, como Burger King, Philips o Nike.

Julián Díez
Jot Down

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