La portada que publica hoy EL MUNDO es para enmarcar despacio en un ejercicio de artesano antiguo y entregársela en mano directamente al electricista. El periódico anuncia que Deloitte acusa a Acebes de ocultar el agujero negro de Bankia, Rajoy implora desesperadamente ayuda a la Unión Europea, el Gobierno prepara más recortes y Zapatero echa a correr de incógnito. Una página así ilustra mejor el tiempo de un país que cualquier enciclopedia; como si de repente, convocando todas las corrientes marinas, el diario hubiese compuesto un cuadro enorme.
La exclusiva de la carrera del ex presidente ocupa hoy, por obra y gracia de Gonzalo Suárez –de qué planeta viniste-, una doble página de Crónica que revela que Zapatero, para pasar inadvertido en el avión, se puso las gafas de sol en primera fila; sólo le faltó emborracharse de whisky y meterle mano a las azafatas para pasar desapercibido del todo. La cita fue en Edimburgo, por donde ya corrían en los noventa los yonquis de Irvine Welsh y ahora les han cogido el relevo los expresidentes, en similar progresión a la de aquel banderillero de Belmonte que llegó a gobernador "degenerando".
Hay en este esfuerzo de Zapatero por escapar de sí mismo una suerte de negligencia poética, nada extraña a nuestros ojos. Como si al instalarse en el exilio con otro nombre –José García; José Luis Rodríguez hubiera sido escandaloso- realizase por fin su particular sueño: la lucha antifranquista por otros medios. Durante veinte kilómetros Zapatero fue clandestino, como Isidoro, con el talante de la gorra y la zancada dialogante y franca de necesidad. Acaso la media maratón del ex presidente no significase otra cosa que memoria histórica; una especie de juego que una empresa extranjera pone a disposición de clientes distinguidos. Es elogiable que pudiendo adoptar cualquier identidad no eligiese de una vez por todas ser Obama, al que tanto ansiaba igualarse; 'The Washington Post' llegó a publicar un artículo diciendo que eran idénticos porque nacieron el mismo día, tienen dos hijas y les gusta el baloncesto: pudo haber añadido que además eran hombres y heterosexuales, pero ya hubieran parecido la misma persona.
Zapatero, en fin, corrió por las calles de Edimburgo con un policía a cada lado, suponemos que a su pesar, porque en el vídeo de Orbyt se observa cómo los escoceses –buenos son ellos para detectar secretas- lo aplauden como si fuera El Lute.
Manuel Jabois/El Mundo
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