Me encanta. Para qué les digo que no, si es que sí. La cosa patriótica me trae al pairo a estas alturas de nuestra torpe Historia; y en lo que se refiere a Gibraltar, las declaraciones oficiales españolas suelen darme una risa que me saltan los empastes. Algunos de ustedes saben que llevo veinte años sugiriendo entregar el Peñón -con aguas y territorios adyacentes incluidos- a quienes saben defenderlo, y que dejemos de hacer el payaso sin fronteras de una puñetera vez. Ya vale de patrullar Somalia y Afganistán mientras hacemos el ridículo en Algeciras, donde la Armada española ni está nunca, ni se la espera en las próximas décadas. Pero eso no es obstáculo, u óbice para que la mala leche hispana me gotee por el complacido colmillo ante ciertos episodios. Al final, quieras o no, siempre tiran los viejos instintos, el espíritu tribal y la negra honrilla. Porque a ver. Si prestigiosos escritores como mi compadre Javier Marías se calientan con el Real Madrid, a ver por qué no puedo yo ser forofo de los contrabandistas de La Línea, provincia de Cádiz, que me entretienen más y frecuentamos los mismos bares.
Arturo Pérez-Reverte
XL Semanal
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