Han sido el núcleo duro del establishment durante siete largos años de zapaterismo. Y de la noche a la mañana conforman la fuerza de choque de la alianza antisistema. Así son ellos. El PSOE y los sindicatos de clase. Tanto monta, monta tanto. A partir un piñón. Los socialistas, porque cuando pierden el poder buscan recuperarlo por las buenas o por las malas. UGT y CC OO, porque cuando alguien impone la mínima racionalidad en el control del gasto público salen zumbando como abejas al golpear con un palo su panal.
El cuadro de las últimas horas es el puro esperpento en sus elementos compositivos y la pura jeta en la actitud de sus protagonistas. Soraya Rodríguez, convertida en paño de lágrimas de las faltonas esposas de los mineros y defendiendo lo indefendible, o sea, que se siga regando con una morterada de millones un sector que es la pura ruina. Nuestros aguerridos líderes obreros, resistiendo en el machito de sus todavía interminables sinecuras porque, por no querer ceder, no lo hacen ni en lo más elementalmente democrático; es decir, en la publicación de sus ingresos, gastos y movimientos bancarios, que haberlos haylos.
¿Recuerdan ustedes cuando el siempre dispuesto Cándido Méndez se ofreció a demostrar que el sindibanquero José Ricardo Martínez ponía todos y cada uno de los 180.000 euros de sus honorarios de Cajamadrid en los bolsillos del proletariado? ¿Han visto las transferencias? ¿Acaso las esperaban? Pueden esperar sentados, como pueden hacerlo los empleados de Rubalcaba que confiaban en que su carismático líder nunca dejaría tirados a los más débiles. Pero claro, con el ERE visto para sentencia ahora resulta que también en Ferraz de donde no hay no se puede sacar. Así sigue siendo esta izquierda de boquilla: tan hipocritona, tan simuladora de buenos sentimientos o ideas, tan sin vergüenza…
Alfonso Merlos
La Razón
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