Querido y admirado Emilio:
Yo no sé cómo
agradecerte tanta generosidad, tanta bondad, tanta lección de elegancia…
A tus múltiples
atenciones se une la del número de ayer con motivo del premio “Juan Palomo”.
Pero la que más suma en mi débito contigo es lo que haces por mi hijo César. Si el día de mañana, este chico
es algo, te lo deberá a ti íntegramente. Tenía tal afán por Pueblo y sólo por Pueblo que si tu no lo acoges, es bien probable que hubiera tirado
por otro lado. Por otro lado que no fuera el periodismo. Ya ves lo que has
hecho. Debe ser –yo no tuve muchas ocasiones- una ancha alegría la de dar
oportunidad a un maletilla de las Letras y, si luego es buen torero, una
satisfacción única. Eso es parir, que es lo único hermoso que Dios ha regateado
al hombre.
A mí la vida me ha
reservado una rara felicidad: que me importen más las cosas de mi hijo que las
propias. Quisiera poder estar orgulloso de él, pero, de momento, estoy
orgulloso de ti.
Lo que tú estas
haciendo por nosotros no lo podré olvidar nunca. Admiro tu tarea y te quiero
mucho. Que Dios te pague todo lo que yo no tendré ocasión de pagar.
Un fuerte y agradecido
abrazo de tu devoto. César González-Ruano.”
0 comentarios:
Publicar un comentario