viernes, 30 de noviembre de 2012

0 En apenas un mes...(I)


En apenas un mes los madrileños han vuelto a darse cuenta, esta vez de sopetón, que la noche está repleta de empresarios sin demasiados escrúpulos que se sienten seguros al amparo de la oscuridad y de la autoridad competente. Unos empresarios corruptos presuntamente protegidos y mimados por aquellos que tenían la obligación de haberlos controlado y vigilado; unos empresarios a los que se les ha permitido creer que todo vale, que es lo mismo ocho que ochenta y muy parecido 7.000, 9.650, 10.600, 12.000, 16.791 o 20.000 personas. Ya sea por unos o por otros, porque los ciudadanos no pueden impedir que este tipo de negociantes deleznables circulen por la ciudad pero sí esperar y desear que las autoridades les ponga muy difícil ser lo que son, ya sea por los primeros o por los segundos el caso es que cinco familias viven la peor y más horrible de sus pesadillas imaginables: cinco chicas de entre 17 y 20 años de edad –Katia, Cristina, Rocío, Belén y María Teresa– perdieron la vida, la última de ellas ayer mismo, tras ser aplastadas por el gentío que asistía a un multitudinario concierto en el Madrid Arena en las primeras horas del ya fatídico 1 de noviembre.
En apenas un mes los madrileños han descubierto, también, que a Ana Botella, su alcaldesa, la que llegó a Cibeles cuando Alberto Ruiz-Gallardón salió en estampida hacia el Gobierno de Mariano Rajoy, el traje le viene tan grande que asusta; no se sabe bien si falta cuerpo o sobra tela pero el resultado, tratándose de la capital de España y una de las urbes más importantes del mundo, no deja de sorprender, entristecer e incluso indignar. La tragedia del Madrid Arena ha dejado a la alcaldesa de la capital tan expuesta, tan retratada, tan incapacitada para continuar jugando con el regalo que le cayó del cielo que no hay milagro que la haga remontar salvo que los plomos de la memoria colectiva se fundan y la ciudadanía acepte de buen grado que el cargo pase a ser prácticamente virtual, donde el elegido/a no se tenga que ver en la penosa necesidad de construir cuatro frases legibles o de contestar a aquello que no se sabe o no se quiere responder.
Grabados en la citada memoria colectiva quedarán sin duda los dos viajes de placer de Botella a Portugal, el primero de ellos horas después del siniestro; su sorprendente rueda de prensa multitudinaria (no sólo de periodistas, que también, sino de compañeros de mesa y hasta de sala cuyo trabajo consistía en no dejarla responder a ella); su más sorprendente todavíacomparecencia sin derecho a preguntar (nuevo modelo de rueda de prensa que seguro creará escuela entre una cierta clase política); y, finalmente, su pertinaz negativa a contestar cualquier tipo de preguntas relativas al caso.
Tampoco se va a olvidar fácilmente la defensa a ultranza que de la empresa organizadora del trágico evento hizo el vicealcalde Miguel Ángel Villanueva a las pocas horas de saberse la magnitud de la tragedia. Y tampoco caerá en saco roto cómo el propio Villanueva hizo suya y del Ayuntamiento la interesada teoría empresarial de la bengala como detonante de la mortal avalancha. Luego vendrían las renuncias a Satanás que el citado Miguel Ángel Villanueva hizo de Miguel Ángel Flores, propietario de Diviertt, organizador del concierto en el que murieron las cinco muchachas. En conversación con el que esto firma, Villanueva aseguró tajantemente que no eran amigos, como se estaba diciendo, y que conocía mínimamente a Flores de su época de responsable de Economía del Ayuntamiento. Finalmente se ha demostrado la fragilidad de su memoria cuando el propio vicealcalde ha reconocido que ha casado a su hermano José María -firmante, por cierto, del contrato del concierto-, que ha celebrado sus últimos cumpleaños en las discotecas de Flores, que ha asistido también a algunas fiestas organizadas por el citado promotor y que ha coincidido con él en Ibiza durante algún verano.
A todo esto habría que unir el estupor que causa que Diviertt fuera, para el Ayuntamiento, una de las 12 empresas "de contratación preferente" cuando Flores tiene sendas demandas contra el consistorio en las que le reclama 13 millones de euros además de un sinfín de querellas de todo tipo y condición pisándole los talones. O que con la espada de Damocles de estos 13 millones de euros, el pasado mes de septiembre Madrid Espacios y Congresos, dependiente de la concejalía del ya dimitido Pedro Calvo, le renovara el contrato por el que se le cedía el Madrid Arena durante tres años y prácticamente en exclusiva. Un acuerdo que era exactamente igual, en todos sus aspectos, al ya firmado dos años antes.

Fernando Baeta
El Mundo.es

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