lunes, 29 de abril de 2013

0 Tenemos que imitar a Portugal


Ojeando la portada de algún periódico del domingo se deduce que los expertos lo tienen muy claro: procede imitar a Portugal si queremos salir de la crisis. Es la única vía, dicen. Habría que hacer, parece, exactamente lo mismo que nuestros vecinos, los alumnos más aventajados de la troika. Así, Lisboa, tal como aquí no se cansaron de reclamar en vano los mismos expertos, pidió el rescate. Lo pidió y lo obtuvo. Luego se esforzó en cumplir a rajatabla todos y cada uno de los tajos en el gasto público que le exigieron susbenefactores. La motosierra no se anduvo con chiquitas en la otra ribera del Miño: ni quedó partida presupuestaria por podar ni pensión sin mutilar.
Y hete aquí el brillante resultado: una economía en caída libre que este año puede desplomarse hasta el cuatro por ciento, la mayor debacle en toda la Unión Europea. Bien, pues ése, por lo visto, es el modelo. Lástima que Wolfgang Schäuble, el ministro de Finanzas alemán, haya dejado de pensar lo mismo. Porque en Berlín no son tan listos como los expertos de aquí: cuando la realidad discrepa de sus ideas, ellos cambian de ideas. De ahí que Schäuble se apreste ahora a incurrir en el anatema de relajar el calendario del déficit español. Algo que, por cierto, pone patas arriba la narración oficial de la crisis. ¿O qué otra cosa significa admitir por la vía de los hechos que hay una relación causal entre la desaceleración de la economía y la reducción del déficit?
Cambio de perspectiva, ése que se empieza a entrever en Alemania, que delata una realidad mucho más de fondo. A saber, que Merkel no es Thatcher. Porque cuantos fantasean con aprovechar la crisis para forzar un cambio radical en Europa olvidan qué es la CDU y qué es Alemania. Ignoran que el ordoliberalismo, la filosofía política que sigue inspirando a la derecha germana, no tiene nada que ver con la utopía de los mercados desregulados y la soberanía del consumidor tan cara a ciertos doctrinarios anglosajones. Para un democristiano alemán, la cohesión social no resulta menos prioritaria que la eficiencia económica. A diferencia de Thatcher, Merkel es lo contrario de un revolucionario. Y se empieza a notar.
José García Domínguez / Libertad Digital

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