Lo habitual, lo común, lo frecuente es que en cada noche de derby madrileño no existan sorpresas. Ya
lo usual, lo tradicional es que en cada Atlético de Madrid – Real Madrid el
Atleti ya no sea el Atleti.
Me imagino a Marty
McFly en el año 1999 pidiéndole permiso al Doctor Emmett Brown para
coger el DeLorean. Sin mayor intención que darse un paseo a ver que tal va el
mundo por, por ejemplo, el año 2013. Marty,
para no perder ya la costumbre, entraría en una librería y buscaría un
almanaque deportivo.
Seguramente en un top 10 de estadísticas o records que le
pudiesen asombrar o llamar la atención al bueno de Marty estaría el dato referente al suceso con el que empezamos
estas líneas. En todos esos años en los que McFly viajó por el tiempo, el Atlético de Madrid no había logrado
vencer ni una sola vez a su eterno rival capitalino.
A su vuelta Marty
no quiso hacer sangre, desestimó hacer caso a un almanaque que quemó con una
cerilla en un cubo. Desde entonces solo creyó en ese equipo, parece que los McFly eran atletistas.
Quizá lo de anoche moralmente es aún más duro para el
aficionado colchonero, el Real Madrid llegaba al duelo con casi toda su mente
en el partido importantísimo de Champions League que le atañe. Mientras que los
de El
Cholo tuvieron toda la semana para preparar
el choque, Mourinho tenía mermados a
sus titulares y, de usarlos, perdería un poco más porcentaje de cara a lograr
el pase el martes. Planteó una alineación con Albiol y Carvalho en el
centro de la zaga y Essien y Nacho en los laterales.
Como en otras ocasiones, Pepe entró al mediocentro junto a Khedira, y arriba el portugués alineó a
Di María, Kaka´ y Morata por detrás de Karim Benzema. Álvaro Morata
regresaba a banda izquierda donde no está teniendo mal rendimiento.
Simeone con sus hombres en el once inicial buscaba algo más
dominio sobre el Madrid que el que finalmente mostró, un juego no tan directo,
quiso someter más al Real.
El hecho de juntar a Gabi,
Mario, Koke y Raúl García,
quizá este último con mayor libertad, dejaba clara la intención. El navarro
tuvo un partido de suspenso, no es fácil coger un roll como el de Arda Turán pero Raúl con el contexto tan beneficioso que le había dejado Simeone ni siquiera tuvo amago de
aprovecharlo. Poco daño hizo sobre Khedira
y apenas generó ventajas para Costa
y Falcao, que era de lo que se
trataba.
Se podría decir que el Atlético empezaba como nunca y
acababa como siempre, pero resulta que esos comienzos de partido también eran
familiares. Tuvieron un inicio con motivación aparente y suficiente como para noquear
al Madrid desde pronto. Balón de falta colgado al área, despiste en la marca de
los centrales, Godín asiste a Radamel y para dentro. En vista de los
veintidós jugadores que había sobre el campo se intuía que esta vez no daba
para ganar, al menos, a los rojiblancos.
Pero no podía ser verdad, al Madrid con poquito le bastó
para empatar, y con poquito más para ganar. Tan poquito como un balón inocente
sacado en falta de Di María y una
ayudita de Juanfran. El pasotismo
con el que el Madrid se había vuelto a meter en el partido fue tan cruel como
el mismo. A partir de entonces los blancos fueron correctos en casi todas sus
decisiones defensivas, volvió a estabilizarse en su línea competitiva.
Simplemente debían continuar así, sin cometer excesivos riesgos y que el Atleti
solo fuera quien perdiese el partido poco a poco.
La historia futbolística no fue más allá, los centrales
hicieron un buen papel para lo exigido, más Albiol que Ricardo. Nacho cuajó una mejor intervención que
contra el Betis, su banda no fue tan maltratada. Pepe sigue mostrando carencias en su tono físico. Kaka´ y Khedira asomaron su intención en ocasiones de tomar el mando del
equipo, como líderes. Morata estuvo
muy presente en el juego e hizo un trabajo considerablemente bueno en labores
defensivas. No era el día de Juanfran,
el gol en propia puerta, apenas incidió sobre Nacho y con Morata
tampoco se puede decir que cumpliera.
Benzema estaba
por allí para ayudar en lo que pudiera y de vez en cuando si tocaba, pues
desequilibrar. Y Di María. De esos
jugadores que tienen tantísimo pero a los que les falta mucha eficiencia. Ayer
se estaba poniendo a punto, con dos chispazos decidió el partido. Y es que no
le hizo falta más al Madrid. Tan sencillo y duro como suena.
Simeone ante la
nulidad en ataque tuvo que cambiar su esquema un par de veces.
Raúl García tuvo
un cambio bastante tardío, Mario Suárez
no encontraba su quehacer en el partido y Gabi
no podía hacer otra cosa que tratar de ordenar algo que desordenaba cada dos o
tres transiciones. Koke tuvo un par
de acciones desequilibrantes de gran calidad, pero ayer no era el día para que
acabasen de hilarlas y tampoco produjo mucho más.
El Cholo durante tres minutos optó por un equipo con un juego
más directo, Costa y Adrián a las bandas, Koke con gran libertad de llegada en la
mediapunta y Falcao de estilete.
Pero tres minutos. Salió el Cebolla
y volvió a juntar una línea de tres por detrás de dos delanteros, Falcao y, otra vez, Diego Costa.
Quizá ese sistema de juego más directo hubiera herido más
las bandas de Essien y Nacho, sobretodo para ver hasta donde
podía llegar Filipe Luis.
El fin del asunto fue muy parecido al de siempre. La posible
falta de fe en si mismos una vez llegada la hora de partido y la aparente
confusión de Diego Pablo Simeone en
cuadrar sus piezas para el arreón final fueron circunstancias decisivas para
que los rojiblancos no finalizaran algo que, como de costumbre, bien empieza y
mal acaba.
Pero si hay algo que tiene este Atlético de Madrid, es su
impredecibilidad. Lo mismo se tira más de una década sin poder ganarte, que te
gana una final de Copa del Rey en tu casa.
El sometimiento blanco dura ya catorce años y subiendo.
Alberto Fernández
0 comentarios:
Publicar un comentario