Lo de Mas va a pasar a los libros de historia. Acaso tras la decisión de ir al teatro que adoptó Abraham Lincoln el 14 de abril de 1865, la suya de adelantar las elecciones domésticas constituya el error más grave nunca cometido por un profesional de la política. Gratuita necedad, ésa de anticipar un par de años los comicios, que ha llevado a un fracaso sin paliativos no solo del independentismo, sino también de cuantos fantaseaban con un referéndum de autodeterminación al margen de la legalidad constitucional española. Propósito que a la luz de los resultados del domingo resultará imposible llevar a la práctica. Completamente imposible.
Y ya se puede vestir de lagarterana, pactar o no pactar con la Esquerra, entenderse o no entenderse con los antisistema de la CUP o cortejar o no cortejar a los poscomunistas de ICV. Haga lo que haga Mas, los partidos que postulan la convocatoria de una consulta unilateral no alcanzan ahora los dos tercios del hemiciclo que exige la ley. La ley catalana, no la española. Repito, la catalana. Mayoría cualificada que, por cierto, tampoco existía cuando el Moisés del Llobregat tuvo la genial ocurrencia de firmar el decreto de disolución. Así las cosas, Mas no podrá acometer ningún proceso secesionista por la muy sencilla razón de que el nuevoEstatut, una norma jurídica avalada por el propio Mas en el Parlament de Cataluña, le cerraría el paso.
No va a haber, pues, ni consulta ni referéndum ni niño muerto. Quizá, no lo descartemos, quepa ser más torpe. Pero habría que entrenar muchísimo. En el mismo orden de contrariedades, tampoco hace falta ser licenciado en Exactas para constatar que quienes pretenden la separación de Cataluña y España –CiU, ERC y CUP– ni siquiera han cosechado el apoyo del 34% del censo electoral. Frente a ellos, las fuerzas de implantación estatal o abiertamente españolistas –Ciudadanos, PP, PSC e ICV– suman dos puntos más, el 36% del mismo censo. Y ello contando a Unió entre los separatistas, lo que es mucho contar. He ahí la realidad de esa "fiebre soberanista" que, según nos decían, recorrería Cataluña. El resto son ganas de marear. Cuánta razón tenía Forrest Gump: "Tonto es el que hace tonterías".
José García Domínguez / Libertad Digital
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