Publicado en Diario de Cádiz el 12 de noviembre de 1933.En la foto, José Antonio Primo de Rivera con sus partidarios de Arcos de la Frontera. |
Al fin José Antonio pronunció el famoso
discurso de la Comedia y dio vida a la Falange Española. Es excesivo hablar de
un sistema o una doctrina joseantoniana. Él mismo dijo que la verdad política
no tiene nunca un programa rígido, como el amor no tiene un planteamiento
reglamentado de los besos y los abrazos con que se expresa y se comunica con la
otra parte. Por eso a los pocos meses de la fundación del partido, aceptó ser
candidato por Cádiz en las elecciones a las segundas Cortes: las del triunfo de
Gil Robles. En aquella coyuntura
declaró que era candidato sin fe y sin respeto. También dijo en
otro discurso que las urnas electorales no tenían mejor destino que el
de romperse de un garrotazo. A pesar de lo cual aprovecharía los votos que
le dieron unas urnas gaditanas, pues eso de romperlas o no romperlas,
desdeñarlas o utilizarlas, depende mucho del contenido ocasional que la urna
tenga en su cristalina barriga en cada elección en curso. La campaña fue
movida. En San Fernando, en el mitin en que José Antonio hablaría, mataron al
presidente del círculo electoral, y dejaron ciega a Mercedes Larios, que
asistía al mitin. En otro mitin en Puerto Real, Miguel, el hermano de José Antonio, inició el acto, en el vestíbulo
del teatro, pegándole un gran puñetazo al alcalde de la villa. El gobernador lo
detuvo y le hizo ir a la cárcel. José
Antonio, conmigo y con don Ramón
Carranza, visitó al gobernador, que lo puso inmediatamente en libertad. No
se lo pedimos, sino que se lo exigimos. En mi juventud, en el casino de Cádiz,
había una categoría de socios, que eran llamados cojinables, lo que quería
decir que, por cierta condición indeterminada que se olfateaba en ellos, se les
podían tirar a la cabeza los cojines de las butacas y sofás de la sala de
tertulia. También encuentra uno en la vida pública alcaldes, gobernadores o
políticos que pueden ser incluidos en la categoría de chillables. O
sea que se les puede levantar la voz sin peligro y con eficacia.
José María Pemán
Mis almuerzos con gente importante
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