jueves, 20 de junio de 2013

0 El verdadero final de Los Soprano




Es posible que ningún final de ninguna serie haya agradado tanto y creado tanto negro sobre blanco como lo hizo el final de Los Soprano. Los elementos de la cena final son de una exquisita brillantez y conforman un cóctel shaken, not stirren. La atmósfera de tensión es creada por la canción "Don´t stop believing" de Journey en la que habla de la vida nocturna y de tirar los dados. Una vez más.

Después está el bar y la mesa de Tony, entre boy-scouts y afroamericanos de espaldas a un cuarto de baño tras estar la mesa del fondo ocupada. Y la pieza clave del asunto: el misterioso hombre que entra al servicio recordando a El Padrino y esa pistola proveniente del cubo de la basura cerca de un retrete para acabar con una mirada, una campana y un fondo eterno en oscuro porque "recuerda que las balas no las verás venir y después será todo negro".

Hoy la vida dice adiós a James Gandolfini con lo que muere también por ende Tony Soprano. A fin de cuentas, nadie se atrevería a hacer un spin-off de la mejor serie de la historia, pero sería muy difícil que ningún actor aceptase -y por supuesto consumase- una interpretación como la de Gandolfini con Soprano. Es Tony un hombre de carácter fuerte y sensible pero a la vez un tarugo que se derrumba ante el personaje femenino con más fuerza televisiva jamás creado: Jennifer Melfi. Hoy se derrumba la vida de Gandolfini, una manera más real de tirar los dados para siempre. Al fin y al cabo, este es el verdadero final de Los Soprano.

Darío Novo

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