Estimada Rahola
He leído con atención el artículo que amablemente me brindas en La Vanguardia y no puedo resistirme a la respuesta, en principio, tan amable como tu invectiva. Todo nace de mi resuelta oposición a la prohibición a los toros en Cataluña, esta magnífica tierra de la que los nacionalistas/independentistas tenéis un sentido absolutamente patrimonial, como si Cataluña fuera vuestra y solo vuestra, y nadie que quisiera nada de ella pudiera conseguir aprobación alguna si no se plegara a los dictados que defendéis como indiscutibles (os pasáis la vida exigiendo una España plural, pero luego sois incapaces de reconocer más de una versión de vuestro propio territorio). Partamos desde el principio: yo no califico de ‘chusma’ a aquellos a los que no les gusta la fiesta de los toros: nadie está obligado a nada, ni siquiera a que le guste la sardana, los castellers, las sevillanas o los fandangos de Huelva, todos muy respetables, pero no siempre comunes.
Lo siento, la pluralidad tiene estas cosas, y hasta en una tierra tan preñada de fiebre identitaria como nuestra Cataluña común el derecho a disentir contundentemente de sectarismos colindantes con el concepto ‘afrikáner’ de la política –basta escuchar a la familia Pujol– es un derecho irrenunciable. Me he pasado la vida defendiendo la realidad que describe Cataluña como una tierra repleta de ciudadanos normales, sin rabo ni cuerno, que brindan lo mejor de sí mismos al recién llegado, de lo cual mi familia fue testigo: es por ello que me resulta especialmente ofensivo que se pretenda tergiversar mi interpretación de una tierra que, en principio, es tan tuya como mía. Me duele, por ello, que los nacionalistas/independentistas como tú hagáis de toda aseveración crítica de un fragmento del pensamiento político una afrenta a las esencias patrias. La patria, lamentablemente, no eres tú.
[...]
Dices que los catalanes tienen la piel gruesa y la memoria –creo recordar– muy activa: si con ello pretendes amenazarme con supuestas reacciones de repudio colectivo muy al estilo de los regímenes que sé que detestas, debo decirte muy serenamente que ni tú ni nadie podrá jamás acobardar a aquel niño que se crio y se educó en una casa modesta de Mataró de la que guarda un recuerdo conmovedor. Tenedlo en cuenta tú y todos los que pensáis como tú. Con todo, un abrazo desde mi admiración y afecto.
Carlos Herrera
Para leer todo el artículo de Carlos Herrera en el XL Semanal
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