Hace hoy 37 años de aquello y nada ha cambiado. El aeropuerto de Kinshasa que vio descender del avión a George Foreman sigue siendo un pequeño cajón de ladrillo y muchos soldados con AK47 a ambos lados de la puerta. Bienvenidos a República Democrática del Congo. Ese es el cartel que corona la llegada a la terminal, probablemente lo único que sí ha sufrido una variación en la escena, porque en aquel otoño de 1974 el país se llamaba Zaire y estaba gobernado por un dictador, el temible Mobutu. Los militares hacen señales al fotógrafo blanco. Fotos no.
En aquella pista comenzó a perder la pelea George Foreman, que era el campeón del año anterior y el indiscutible favorito para ganar el que se conoce como 'El combate del siglo', la pelea más famosa de todos los tiempos, el 'Rumble in the Jungle'. El carismático Mohamed Alíhabía reunido a miles de personas al pie del avión y, con su verborrea habitual les había dicho que estaba orgulloso de conocer por fin a sus "hermanos africanos". Foreman, en cambio, llevaba a su lado a su pastor alemán, el perro con el que las fuerzas de seguridad de los colonos belgas habían atemorizado a la población. Por oposición, la gente que no estuvo en el aeropuerto aquella noche creyó que Foreman era blanco. La preferencia de los zaireños quedó clara desde el principio con un grito que aún retumba en Kinshasa: 'Alí bomaye' (Alí mátalo, en lingala, el idioma local).
La gigantesca y empobrecida capital del Congo es hoy un decadente recuerdo del sueño de Mobutu: convertirla en la ciudad más importante de África. Pagó cinco millones de dólares a cada contendiente para hacerlo realidad. Hoy, en sus avenidas centrales, que acaban de estrenar semáforos, aún destacan algunos edificios de la Bauhaus alemana que se alternan con zonas de chabolas. En la margen derecha del río (en la izquierda se extiende su gemela Brazaville, la capital del Congo francés), cerca de la zona de embajadas, está el hotel Intercontinental, hoy rebautizado como Grand Hotel de Kinshasa. Los fans de Ali pueden, por unos 200 dólares la noche, pedir la habitación en la que el ganador del combate recibía (y seducía) a la prensa y admiraba la belleza del río Congo, que fluye a unos 200 metros de su doble ventana. En aquella época sólo cuatro habitaciones tenían aire acondicionado. No era un gran lujo en la época, pero pasa por ser uno de los mejores con sus cinco estrellas. El hotel fue rehabilitado en 2009, pero aún conserva el aroma de los tiempos en los que era el epicentro de la vida social y cultural de la élite congoleña.
En los exteriores del Hotel, una de las pocas zonas en las que pasean más blancos que negros, unos militares se acercan al periodista y de nuevo le muestran la paranoia fotográfica del Gobierno de Kabila. "Hacer fotos en esta zona está prohibido". De nuevo, fotos no.
Alberto Rojas/El Mundo
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