martes, 18 de septiembre de 2012

0 Nosotros le ganamos


Bien, ¿y ahora qué? ¿Porque ha muerto tengo que decir que fue un hombre bueno? ¿Tengo que olvidarme de su cinismo, de lo sanguinaria que su ideología ha resultado?
Dedicó su vida a hacer apología de la injusticia y de la barbarie, y tuvo la arrogancia de no disculparse jamás por la miseria y los muertos que causaron regímenes que él siempre defendió. El franquismo fue una noche para España, pero si los comunistas hubieran ganado habrían sido muchos más los represaliados y los fusilados, habría sido pisoteada nuestra libertad de un modo mucho más ultrajante y todavía hoy estaríamos sumidos en una depresión interminable.
Todo lo que defendió fue contrario a los intereses de la Humanidad, y contrario a la vida misma. Ahora que ha muerto, ¿qué? ¿Tengo que alzarle un monumento? ¿Tengo que escribir -como muchos harán- que contribuyó a la recuperación de la democracia cuando siempre fue incluso más totalitario que Franco?
La gran lucha de los grandes hombres ha sido siempre la de la libertad. Él fue un enemigo declarado de todos los que en ella creemos y estuvo siempre en el otro bando. No me alegro de su muerte porque la muerte nunca ha conseguido alegrarme, pero sí que puedo decir y digo que he usado cada palabra que he escrito para intentar salvaguardar lo que él quiso destruir, y para tratar de evitar que la tiranía atroz en la que él creía triunfara.
Su fracaso total y absoluto significó para España ahorrarse su más oscuro trance. Su marginación de la vida política posibilitó que tuviéramos democracia y un generoso sistema de libertades, justo lo que el comunismo ha liquidado en los países donde ha gobernado. 
Se va el amigo y el compinche de tantos dirigentes comunistas y criminales (valga la redundancia). Vivir decentemente es no dejar de batallar hasta conseguir que personajes como él nunca más puedan poner a la Humanidad en jaque.
Tenemos la vida, y tenemos la libertad, gracias a que él perdió y nosotros le ganamos. Ha muerto, sí, y que Dios haga lo que pueda por su alma. Pero nosotros no olvidamos.
Salvador Sostres / El Mundo

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