jueves, 13 de septiembre de 2012

0 De la grada a la trinchera (I)



Yugoslavia. Dentro de un año y un mes estallará la guerra. Tres mil Delije (ultras del Estrella Roja, equipo de fútbol serbio con más aficionados) esperan el tren que les llevará a Zagreb apelotonados en el andén de la Central de Belgrado. Sus voces, graves, rudas, hacen rugir la estación: ‘¡Zagreb es Serbia! ¡Zagreb es Serbia!’. La policía yugoslava, ese día extraordinaria en número, les vigila; los agentes son también, en su mayoría, serbios. Es el 13 de mayo de 1990. Siete días antes han tenido lugar las primeras elecciones regionales de Yugoslavia desde su reunificación bajo el régimen comunista en 1945. En Croacia, todavía república yugoslava y lugar al que se dirigen los ultras, el pueblo no ha titubeado: gana con claridad la Unión Democrática Croata, presidida por el nacionalista Franjo Tudjman. El nacionalismo emancipador se impone al comunismo unificador. ‘¡Mataremos a Tudjman!’’ atruena la estación de Belgrado. El tren parte a primera hora de la mañana y depositará a los tres mil Delije (héroes) en el estadio de Maksimir donde por la tarde se disputa el partido de fútbol de máxima rivalidad Dinamo de Zagreb-Estrella Roja y donde les esperan los Bad Blue Boys, ultras nacionalistas croatas. Atrás queda el andén en silencio, una calma aliviadora tras la tensión, mientras la capital croata aguarda el encontronazo. Ese día tendrá lugar un violento enfrentamiento considerado por muchos el inicio de la guerra de Yugoslavia. El choque que hará desmoronarse un país.
El día del partido la República Federativa Socialista de Yugoslavia es un estado con siete fronteras, seis repúblicas, cinco nacionalidades, cuatro idiomas, tres religiones, dos alfabetos y un líder. Así sobrevivió desde 1945, año en el que el Reino de serbios, croatas y eslovenos —los pueblos eslavos del sur— se reunifica bajo la batuta del Mariscal comunista Josip Broz Tito. Yugoslavia pasa a ser una organización socialista amiga de la URSS y no enemiga de EEUU. Una especia de tercera vía en la que la mano dura de Tito mantiene el comunismo como pegamento entre los pueblos y culturas que habitan el país.
La SFR Yugoslavia estaba formada por Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Macedonia, Montenegro, Serbia y dos provincias autónomas dentro de Serbia: Kosovo y Metohija y Vojvodina. La unificación hizo que los habitantes de estas repúblicas se mezclaran, logrando que cada una de ellas tuviera representación de todos los pueblos. Así, se viajara a donde se viajara, uno se encontraba con eslovenos, croatas, serbios, bosnios musulmanes, macedonios y montenegrinos. Esta mezcla era mucho más evidente en Bosnia, único estado sin base étnica (valga el término pese a la inexistencia de las etnias desde un punto de vista antropológico). Bosnia contenía un 44% de musulmanes, un 33% de serbios, un 18% de croatas y el resto, distintas minorías.
El asunto no duró mucho.
Nacho Carretero / Jot Down

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