jueves, 29 de diciembre de 2011

0 La vuelta de la esquina, Eugenio Suárez (I)

¡Qué curioso! Acabo de descubrir la causa -una de ellas- que me intranquiliza estos últimos tiempos. Ha repiqueteado el teléfono en medio del grato y taciturno sigilo en que vivo, como militante de esta legión de viejos solitarios, el 14% de los madrileños. Sé que no estoy demasiado sordo porque me llega el arrítmico ronquido de la sirena que abre paso a los bomberos y pintan de rojo latido las calles; o la desalada urgencia de las ambulancias. Lo distingo desde el alto piso donde habito.Al teléfono una voz infantil pregunta por Teresa. Entretuve unos segundos -¡no cuelgues, no cuelgues!- en explicar que no había ninguna Teresa. "Qué número marcas, por favor? Quizás lo has apuntado mal". Tras un titubeo de incomprensión volvió la mudez.
Por este nimio percance caigo en la cuenta de que hace tiempo que nadie llama desde hace días. Pasde nouvelles, bonnes nouvelles. No es del todo cierto; necesitamos noticias, confidencias, chismes, rumores malos, engañosos, halagüeños, mentirosos. La sal de la vida.

Flaquean la piernas. "Patrón, las bielas", solía decir mi viejo y querido amigo Ramón Urbano. "Las bielas que funcionan mal; eso es la vejez". En aquellos tiempos yo me saltaba un tablao flamenco. El sol invernal nos lleva a pasear despacito, evitando las zonas de sombra. Un hábito residual, un vistazo al buzón. Sólo se acuerdan los distribuidores de propaganda de pizza, que no me sienta bien; las ofertas de muebles juveniles y de camas nido. También la recurrente proposición de seguros vitalicios de los que la edad me excluyen.
Eugenio Suárez
El País/22.11.1993

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