viernes, 18 de noviembre de 2011

0 Josep Pla, Luis Calvo (II)

Josep Pla, a sus veinte años, empezó la aventura periodística. “Mal oficio; la gente nos desprecia.” Pero la carrera de Leyes no se acompasaba con sus incitaciones literarias. En el Ateneo de Barcelona se había puesto al corriente, con gozosa asiduidad, de los grandes libros de su tiempo, catalanes, castellanos, extranjeros. El “Glosario” de d´Ors pareció, primero árido, y luego, grato. “Tengo una tendencia invencible a desconfiar de los que son demasiado artistas.” Balzac era aburrido y pesado. Admiraba con vehemencia a Azorín. Leyó ávidamente todas las novelas de Baroja, a las que calificaba de “antiafrodisiacas”. El poeta José Carner era, para Pla, “uno de los escritores considerables del mundo”. Goethe le era antipático. Le gustaba Stendhal. Ensalzaba las dotes dialécticas de Pérez de Ayala, cuyo talento, decía, era superior a su escritura. Rusiñol le parecía ininteligible, desordenado y le reprochaba sus “elucubraciones inconscientes”. “¿Tiene la literatura alguna cosa que ver con la inconsciencia?”, se preguntaba José Pla antes de conocer a Bretón y a Joyce.
            Crecía entonces vigorosamente el movimiento sindical. En 1918, el Primero de Mayo hubo en toda Europa manifestaciones obreras. La revolución bolchevique del 17 proclamaba la revolución universal obrera. Josep Pla, que no era burgués, sino un poco bohemio y noctívago, se inclinaba a la clase burguesa, porque era conservador, y así lo dice y razona en su libro “Humor honesto y vago”. Conservador como su amigo Camba, el Camba que había sido anarquista, Pla empezó el periodismo desde abajo, haciendo reseñas de mítines para “Las Noticias” y “La Publicitat”. (Luego,pasó a “La Veu de Catalunya”.) “No se puede ser un buen escritor sin haber ido de joven a tomar unas notas, para los periódicos, de los discursos políticos”, dijo Pla en uno de sus libros. “El escritor debe empezar su carrera de literato en el periodismo.”
            Toda la vida de Josep Pla, y todos sus trabajos, y su graciosa inclinación a la burla, y su originalidad podían muy bien condensarse en este empeño que él se planteó en su primera juventud: “No hay nadie que no piense ser un gran escritor antes de ponerse a escribir.” Y seguía: “Tema literario: dibujar, en una línea y media, el vuelo de un pájara.” Su máxima aspiración fue la claridad. Tuvo, como Galdós, materia de ramoniano, sin saberlo. Solo que sus “greguerías” no le salían sueltas y exentas; estaban sólidamente insertadas en el contexto del relato o del artículo periodístico trabado. “La mejor manera de pasar inadvertido es estar gordo: el gordo pasa de refilón. Los flacos son precisos, infatigables e incómodos.” “Los paraguas brincan por las calles.” “Dentro de poco, cuando terminen los exámenes, comenzaré a parpaderar como si en el aire que miro flotasen lampos.” “Hay calles del barrio antiguo de Barcelona que parecen adelgazar, afilar el ruido de la ciudad.”
Luis Calvo
ABC,24-4-1981

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