Antes de que cayeran las bombas, en un viaje a Belgrado, Curcic había sido detenido por la Policía Militar de Yugoslavia por eludir el servicio militar. Un malentendido, según el futbolista, que siempre había estado en contacto con la embajada. “Parece que alguien dudaba de mi patriotismo”, explica en su libro. Tras pagar la multa, se quejó de que no sería porque no sabían dónde estaba, él, que era una persona pública y encima con una acusada tendencia a aparecer en cada escándalo con el que abrían los tabloides. No sabían los militares que le estafaron que, después de eso, su destino era convertirse en el primero de los patriotas.
Aunque Sasa haya fardado años después de que utilizó la exclusa de la guerra para no jugar, en los primeros momentos, cuando nadie sabía cómo iba a acabar aquello —que se llevó por delante a aproximadamente 3000 yugoslavos— se sentía preocupado como todo el mundo. Para empezar, porque su familia estaba en Belgrado. De hecho, quiso volver a su país, pero Milosevic no le dejó. El presidente le llamó por teléfono y le dijo que era más importante lo que pudiera hacer en Londres: “Únete a la huelga internacional con los demás jugadores, tengo fe en ti, te necesitamos más allí que aquí”. Así Curcic se convirtió en lo que él mismo denominó “embajador de la paz”. Y las imágenes de la que montó dieron la vuelta al mundo.
Cogió una pancarta e hizo una manifestación él solo en el campo del Crystal Palace. Hubo gente a la que no le gustó porque su país, Reino Unido, estaba protagonizando aquella “guerra humanitaria”, pero el presidente del equipo comprendió su postura. En su cartel ponía “Stop NATO bombing” y apareció al día siguiente en todos los periódicos de Inglaterra.
Darko Kovacevic huyó en coche de su país con su hija hacia Hungría. Mijatovic también hizo lo propio y llegó a escuchar tras de sí los bombardeos sobre Novi Sad. Djukic hizo unas declaraciones incendiarias: “Al pueblo no se le puede dar una bofetada y esperar que ponga la otra mejilla. Por una vez, todos los yugoslavos estamos de acuerdo con nuestro gobierno. Y quizás sea mejor morir de repente y con orgullo que no poco a poco”. Sinisa Mihajlovic, actual seleccionador serbio, entonces en el SS Lazio, cerró filas con el presidente: “Estamos todos orgullosos de Milosevic. Kosovo siempre ha pertenecido a Serbia y no es justo aceptar el chantaje de la OTAN”. También había un niño de 11 años por allí, escondido en el refugio de la casa de su abuelo, que luego fue número uno del mundo jugando al tenis, Novak Djokovic…
Por su parte, Sasa Curcic no desentonó: “Estoy al 100% con Milosevic. Me olvidaré del fútbol hasta que no paren los bombardeos. Quiero dejar este deporte para siempre porque esto me está creando grandes problemas mentales. No creo que pueda recuperarme, no volveré a jugar, puede que sea una vergüenza, pero necesito todo mi espíritu para luchar contra esta situación. Me sorprende que los medios ingleses solo den un punto de vista de lo que ocurre. No muestran lo que pasa en Belgrado. Yo tengo la televisión serbia por satélite y veo mujeres y niños en refugios, escondiéndose de las bombas. Es increíble porque tengo a mi familia allí, las bombas están cayendo cerca de ellos. Tengo que rezar y estar feliz porque una bomba no caiga en mi casa. Es una tragedia y los medios no están sacando cuánto están sufriendo. Dormiré frente a Downing Street cada noche y estaré ahí tanto como dure la guerra. Inglaterra es mi segunda casa y los ingleses mis segundos compatriotas. Yo solo quiero que ellos deseen la paz. Pero estoy muy asustado por lo que pueda pasar. Los que no entienden lo que hago me están ofendiendo. Solo quiero estar listo para jugar al fútbol como hacía hace pocos días”.
La guerra no fue en un principio nada bien para la OTAN. Solana leía los partes en televisión descompuesto. Demasiadas “víctimas colaterales”. La segunda estrategia pasó por amenazar a Milosevic con devolver a Yugoslavia a la Edad de Piedra. Los bombardeos se recrudecieron, se destruyeron puentes, centrales eléctricas, los hospitales se quedaron sin luz… al final ‘Slobo’ claudicó. Pero dijo que había ganado la guerra y, por desgracia doble para muchos serbios, encima conservó el poder. Su ministro de Exteriores, Zivadim Jovanovic, ya con todos más tranquilos, invitó a Curcic a una charla informal y celebrar la “victoria”.
Álvaro Corazón Rural, Jelena Arsic y Sasa Ozmo
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