Cataluña y su eterna querencia por el astracán. Micrófonos escondidos en floreros, amantes despechadas, bolsas de deportes repletas de fajos de billetes, primogénitos sacados de un remakedoblado al catalán de Atraco a las tres, espías de Mortadelo y Filemón, conjuras de pan con tomate. Solo faltan por aparecer en escena Gracita Morales y Antonio Garisa para que el asunto de Pujol y su cleptoprole devenga una comedia de intriga de Alfonso Paso. Y en medio de todo ese José Zaragoza, chusco sucedáneo suburbial del Alfonso Guerra de los viejos buenos tiempos, cuando el que se movía no salía en la foto. Un caso de precocidad sectaria digno de estudio.
Trasunto también de un personaje de Eduardo Mendoza, aquel Onofre Bouvila de La ciudad de los prodigios. Sin estudios académicos ni de ningún tipo, sin patrimonio personal, sin pedigrí social, sin nunca en su vida haber trabajado, sin principio moral alguno, con apenas quince años ya mandaba en un grupúsculo maoísta, la Joven Guardia Roja, donde conoció al que habría de ser su más estrecho aliado en el futuro, un tal José Montilla. Un tipo afortunado, Zaragoza, el verdadero hombre fuerte del PSC en la sombra (Navarro fue subordinado directo suyo durante más de veinte años). Y es que solo a alguien con su suerte podría ocurrirle que se inundasen los bajos donde la agencia de detectives Método 3 guardaba el registro de todos sus clientes.
Desgracia por culpa de la cual ya nunca se sabrá desde cuándo el PSC contrataba los servicios de la empresa. Compañía de huelebraguetas y colocamicrófonos, Método 3, que también por ventura para Zaragoza puso fin a su actividad mercantil justo el pasado viernes. Quien no ha sufrido goteras ni inundación alguna, en cambio, es la Consejería de Agricultura de la Generalitat. De ahí que ahora se haya descubierto que el Tripartito pagó en 2007 a esa firma de detectives 30.000 euros por un estudio sobre el cultivo de la avellana. Informe que hoy obra en poder de la Fiscalía. Huelga decir que el entonces responsable de la cartera de Agricultura, un Joaquim Lena, era otro militante del PSC sometido a la implacable autoridad del todopoderoso Zaragoza. Más piérdase toda esperanza. Al final, nada habrá. Ah, la omertà.
José García Domínguez / Libertad Digital
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