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Un adiós repentino siempre supone esa primera impresión de varapalo para quienes, de una manera u otra, creen o siguen a alguien. Así el adiós de Benedicto XVI de quien se recordará como el Papa que un día dejó de serlo. Su marcha aporta un nuevo ala de conciencia en la marcha cuando uno no da más de sí en pro de no perjudicar los intereses ajenos. Se marcha dejando una nueva visión de la Iglesia en la línea de Juan Pablo II, encarnizando una lucha contra los casos de pederastia por los que llegó incluso a pedir perdón a las víctimas. Un ejemplo más de una religión modernizada que incluye en sus mandamientos pronunciados siglos atrás, un valor moral superior a tantos y tantos manifiestos fariseamente pro-hombres. Auf wiedershen, Joseph.
Darío Novo y A.Briega
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