sábado, 14 de abril de 2012

0 La iglesia de Google (VI)


Sin embargo la inevitabilidad de este tránsito de la página impresa a las imágenes online no debe impedirnos considerar sus efectos secundarios. Porque hacer un libro detectable y examinable online significa también descuartizarlo. Se sacrifica la cohesión de su texto, la linealidad de su argumento o narrativa que fluye a través de decenas de páginas. Lo que los antiguos romanos encuadernaban artesanalmente cuando craron el primer códice queda así descosido. Esa quietud que formaba “parte del significado” del códice se sacrifica igualmente. Cada página o fragmento de texto en Google Book Search irá rodeada de un mar de enlaces, herramientas, etiquetas y anuncios, anzuelos todos dispuestos a pescar una parte de la fragmentada atención de los lectores.
Para Google, con su fe en la eficiencia como bien supremo y su deseo de “meter y sacar a los usuarios rápidamente”, la desencuadernación de la obra no implica pérdida, sólo ganancia. Dice Adam Mathes, jefe de Google Book Search, que “los libros suelen vivir una vida vibrante offline”, pero añade que “online vivirán una vida más emocionante todavía”. ¿Qué significará para un libro eso de vivir una vida aún más emocionante? Las búsquedas son solo el comienzo. Google quiere, o eso dice, que podamos “cortar en rodajas o dados” el contenido de los libros digitalizados que vayamos descubriendo, hacer todas las operaciones de “vincular, compartir y agregar” que son rutinarias con los contenidos de la Web, pero “no se pueden realizar fácilmente con los ibros físicos”. La empresa ya ha introducido una herramienta de cortar y pegar que “te permite recortar y publicar pasajes de libros de dominio público en tu blog o página web”. También ha lanzado un servicio que denomina Popular Passages, que pone de relieve breves extractos de libros que han citado con frecuencia; y para algunos volúmenes ha comenzado a mostrar “nubes de palabras” que, según dice la empresa, permiten al lector “examinar un libro en diez segundos”. Sería tonto quejarse de dichas herramientas. Son útiles. Pero también dejan claro que, para Google, el valor real de un libro no está en la entidad autónoma de una obra literaria, sino en otro montón de datos más que explotar. La gran biblioteca que Google se apresura a crear no debe confundirse con aquellas que hemos conocido hasta ahora. No es una biblioteca de libros Es una colección de fragmentos.

¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Superficiales
Nicholas Carr

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