Hay que ponerse en la piel de Alberto Garzón. El tipo que te
llevaba en coche a los debates funda su propia movida y acaba sacando 69
escaños en las elecciones; 67 más que tú. Se ha ciscado en el honor de tus
siglas pero ahora necesita tus votos, y se los vas a dar, y lo sabes. Así que
oficias el casamiento por lo civil, de penalti y sin invitar a los suegros Cayo
y Gaspar, que no aprueban al pretendiente, pero a cambio te traes de Córdoba al
yayo Julio, que está hecho un chaval porque de pronto ha regresado a 1977.
Ahora bien, según avanza el magreo y cuando ya tienes la liga por bufanda haces
un alto, te recolocas la faja y exiges una última señal de respeto a tu famosa
virginidad ideológica: IU tendrá margen para su propia campaña. Que aquí
descendemos de la santa pata de la Pasionaria y se va a notar.
Banderas tricolores, hoces y martillos cantan en los mítines
del cambio transversal como una tarántula en un trozo de bizcocho. Y luego esos
mensajes de desacomplejado comunismo, como si supieran lo que fue.
- El fascismo es el hijo legítimo del neoliberalismo,
prorrumpe Alberto.
Jorge Bustos
El Mundo
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