lunes, 14 de febrero de 2011

0 Atlético de Madrid-Valencia: La caída no tiene fin



Otro capítulo más en la historia del suicidio más rápido del mundo, aquel equipo que en Agosto conquistó Europa, hoy es un conjunto roto, sin ambiciones, esperando que llegue Junio lo más rápido posible y que la cosa no sea muy traumática. Ayer el verdugo fue el Valencia, un equipo muy normalito, pero que está ahora mismo 17 puntos por encima del equipo que según su presidente en Noviembre "podía ganar la liga". Para reir o para llorar, elija usted.

Dicho esto, vayamos al partido y el partido no podía empezar mejor para los locales, Reyes ponía en ventaja al Atlético tras sortear a Ricardo Costa y batir a Guaita con un magnífico tiro cruzado. Para un equipo inmerso en una crisis galopante, iniciar el partido con un 1-0 es sinónimo de confianza y de buenos minutos. Así ocurrió, el Atleti a favor de corriente planteó un fútbol aseado con Agüero conectando entre líneas, con Reyes desbordando y participando en la colaboración y con un Valencia preso de la defensa de 5 que Emery suele utilizar en los partidos comprometidos fuera de Mestalla.

De esta forma se sucedieron las ocasiones locales, primero fue Fran Mérida el que los buscó a pase de Agüero, posteriormente Raúl García cabeceó una falta con marchamo de gol, pero se encontró a un espléndido Guaita.

Tras estos minutos de dominio absoluto local, el Valencia comenzó a desperezarse, con un Joaquín genial toda la tarde amargando la tarde a Antonio López, algo no muy meritorio lo que hizo el andaluz viendo el nivel del capitán rojiblanco y Jordi Alba haciéndose omnipresente desde el carril izquierdo, ojo a este jugador que puede ser el recambio de Capdevila en la selección.

Cuando el partido se había nivelado en el juego, no pasó mucho tiempo para nivelarse en el marcador, minuto 40, un centro blandito de Jordi Alba, acabó siendo remachado a placer por Joaquín, lo que a priori parece misterioso, como que un centro blando acabara en gol, se convierte en evidente cuando sale a la luz que Perea rondaba por allí, esta vez se dejó comer la tostada por Soldado y acabó pasando la pelota por delante del colombiano, sencillamente Perea.

Con este sabor a cierta derrota se llegó al descanso, con un 1-1 que quizás no hacía justicia en el marcador pero que invitaba a disfrutar de una buena segunda parte.

El segundo acto comenzó de manera similar al primero, el Atleti lo intentó mientras la gasolina de Agüero y Reyes no estaba en reserva. Mientras les duró la gasolina, Reyes forzó un penalti en el minuto 58 a un Maduro excesivamente ingenuo. El penalti lo lanzó Forlán y lo erró, nada que decir, quizás los penaltis los fallan los que lo tiran, sí, pero cuando uno no está ni para tirar pan a los patos del parque es mejor dar un paso atrás y dejar a otros que tienen más ganas de demostrar cosas. Tan natural como que Forlán ni las huele, ni las quiere oler, tan buen profesional como mal compañero, tiene mérito que con los datos que lleva a sus espaldas vaya a pasar sin pena ni gloria por el club, cosas de esta esquizofrénica entidad.

Volvemos al partido, con 1-1 y el Atleti entrando en el bucle negativo inevitable e infrenable que llevaría a la derrota. Aún así el Atleti se resistió a su destino durante unos minutos, los minutos que se sucedieron antes de la entrada de Aduriz al campo, que dio una nueva dimensión al frente de ataque valenciano, propiciando buenas ocasiones de gol, como la que marró Jordi Alba enviando su potente disparo al lateral de la red. Antes de que se desatara la "tragedia", los dos de siempre en el Atleti lo intentaron pero se encontraron a un gran Guaita.

Como toda tragedia que se precie, el verdugo ajustició a su víctima al final, minuto 86, por enésima vez el Valencia entró por la banda propiedad de Valera, el esférico cayó a los pies de Joaquín que batió con un maravilloso derechazo a De Gea. 1-2, Joaquín estelar, el Atleti resignado a su destino y el pueblo levantado en armas.

Llegó el momento de señalar y la grada no dudo, acordándose primero del dueño del club y vitoreando a Quique, que si bien no está fino en la temporada, parece obvio que no es el mayor culpable de este cambalache lamentable.

El final del partido se desarrolló con la banda sonora de fondo de un conato de revolución y una sensación de desidia tanto para jugadores, entrenador y afición. Un equipo que no conoce cuanto de larga será su caída y cuanto de dolorosa, ni hasta que punto la herida es profunda, lo que si que queda claro es que es una herida a tomar muy en cuenta...

A.Briega

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