Me
decía el otro día un compañero del periódico que aquí ha
explotado una bomba nuclear y algunos no la han oído. Yo creo que sí
la escucharon, que la escuchan cada día, que se hacen los sordos. Y
si les hablas de la radiactividad, te aleguen una sordera repentina…
la onda expansiva.
Pero
sí saben. Vaya si saben. Lanzan despidos masivos como señuelo de su
supuesta preocupación. Esa es su solución: tijeras a las cifras; a
las de periodistas en nómina y a las nóminas de los periodistas. Y
más piedras en el camino del rigor, que el más por menos ya no está
en el súper, sino en la redacción. ¿Muerte al papel? No, al
periodismo no lo han matado, ni siquiera se muere, qué va, es algo
peor.
¿Qué
palabra elegir? Llevo días dudando, ¿violación o prostitución?
Ahora caigo: es compatible.
Esta
profesión nunca fue de supermanes. Pasamos por controladores de los
poderosos aunque siempre estuvimos un poco al socaire del poder. Uno
de aquellos profesores que se lo llevaba muerto en la facultad ya nos
dibujó el sudoku: “Para ejercer tu sagrada misión has de ser
independiente; para ser independiente necesitas dinero; para
gestionar bien el dinero te conviertes en empresa”, y es entonces
cuando, poniendo números a las casillas, cuadras balances, ingresos
y gastos, buscas beneficios para invertir y te dices a ti mismo que
lo haces para ser más independiente, más grande y más fuerte, más
poderoso contra el poder. Que ese fin justifica tus medios. Pero solo
los superhéroes tienen superpoderes. Y el dinero es criptonita:
tiene cara y cruz, la independencia que te da se la cobra en
intereses. Cuando el dinero es el soporte, el dinero es el objetivo…
Lo que empezó siendo el cómo acaba siendo el qué.
No
somo héroes, eso es un mito que ya nadie cree. Como Sísifo, solo
subimos para no caer, haciendo equilibrios económicos que lastran
nuestro compromiso con la verdad. Creemos que en la cima está la
verdad, pero hoy sabemos que a la cima no nos dejarán llegar. Y
ahora lo primero es sobrevivir a rastras con nuestras vergüenzas.
Aunque sordos, ciegos y con la boca tapada por los despidos, es
difícil hacer algo más que estar. Cuánto más defender la
democracia.
Del
periodismo a la empresa periodística, el sustantivo adjetivado. Y en
estos días, en estos años, a la compañía de comunicación…
complemento avergonzado.
Una
vez prostituida la idea, es más fácil el abuso. En el mundo de las
ideas, el periodismo es incorruptible. Pero cuando el concepto pasa a
complemento y se constituye como empresa, aunque nacida para
denunciar las putadas del poder, ya se la puede forzar a que trague
por poderes.
Estos
días, estos años, ya no sabes si es tumor o metástasis, si fue el
atómico Internet o es la mezquindad radiactiva de los que desde un
despacho apéndice a la redacción jugaron con nosotros a la piedra
filosofal y después se quedaron con el oro.
Alargaron
el pasillo que separaba sus cuatro paredes de las nuestras, lo
enmoquetaron, hasta lo subieron de piso y ahora, ricos y enmohecidos
por su abulia periodística, alejados del oficio que exprimen, son
directivos que rellenan su sudoku sin arrestos para decir mañana no
vuelvas. Empresarios que olvidaron el talento que se les supone para
elegir las palabras y se ridiculizan mandando excusas falsas por
e-mail. Ejecutivos ejecutores que disfrazan purgas de “inadecuados
perfiles” o “faltas de polivalencia”. No se dan cuenta de que
las palabras los retratan y quedan como bobos desalmados (o
desalmados bobos, que tanto monta).
No
es la crisis económica. Al menos, no solo esa. Es más fácil:
sujeto, verbo y predicado.
Repitan
conmigo: “Te despido porque elijo a los que menos me jode que se
queden”.
Y
ya está.
Alberto D. Prieto
Jot Down Spain
0 comentarios:
Publicar un comentario