Porque las peleas Maravilla-Chávez y Márquez-Pacquiaohan pulverizado los registros de la expectación, un lugarcomunista de guardia ha tenido la santa paciencia de amontonar un puñado de cáscaras de pipas para arrojarlas a la cara de las gentes del boxeo.
–Se huele otra vez el dinero, el gran negocio de los juguetes rotos.
¡Juguetes rotos!
Está el periodismo para hablar de olores a dinero, de grandes negocios y de juguetes rotos.
Me gustan los toros y el boxeo. No sé qué pueda saberse de la vida sin andarse entre cuerdas y barreras, toallas y capotes. El torero Rafael Perea Boni me descubrió al boxeador Petia Petrov. Tengo dos amigos, David Gistau y Jorge Bustos, que practican en el ring y, sin embargo, escriben, no como Dios, que lo hace recto con renglones torcidos, sino como Alcántara, que fue boxeador de juventud y que es un diablo de la prosa concreta y exacta del que siempre que escribe es porque tiene algo que decir.
A Alcántara, precisamente, en la madrugada de un premio taurino en Sevilla, le oí contar, fascinado, cómo Urtain había decidido arrojarse al vacío una noche del verano del 92 en que, al entrar en casa, pulsó el interruptor y no hubo luz.
Y donde el poeta veía una chispa iluminadora del estupor del suicidio los cómicos de “Animalario” sólo vieron la ocasión de un mitin antifranquista (¡Franco en el 92!), que es el abrevadero del progre de guardia que nos afea el gusto del boxeo colocándonos frente a nuestros remordimientos (?), a pesar de esos periódicos que, a fin de salvarnos las almas, no informan del boxeo… “por conciencia editorial”.
Nuestro progre da por cierto (en palabras de Russell) que la conciencia, que es la voz de Dios, es una guía infalible para salir de cualquier perplejidad práctica.
Ignacio Ruiz Quintano
ABC
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