Marzo,1959.
Querido Emilio:
Lo malo es que de nuevo no tienes razón. Y a ciertas
edades de la vida y de esas muchas conciencias entre las que está la conciencia
profesional, eso es grave. He dejado, ni siquiera un mes, de publicar en Pueblo por falta material de tiempo,
como llevo más de dos meses sin cumplir mi colaboración en Televisión. Es un
mínimo derecho del hombre libre que cobra, además de mal, por lo que publica,
no por nómina. Tú puedes sustituirme con alguna extravagante pluma indocta de
esas a las que, confundiendo un periódico con un asilo, das cabida en tus
páginas. Pero es también una medida arbitraria y de muy discutible aprobación
el día de mañana: permitirse el lujo de prescindir de alguien que vale,
pongamos como diez, por otro que vale, pongamos como uno. Un director es otra
cosa que un señor que, por irritaciones personales, va contra el periódico que
le han conferido. Es por último de mediano gusto dar un portazo cuando es de
uno la puerta. Esta vez no quiero arreglar yo las cosas noblemente. No puedo
apartarme de mi estimación, porque eso no es simplemente voluntario y yo te la
sigo teniendo. Eres un gran tipo, lleno de inteligencia y de confusiones.
Si alguna vez volviera cualquier tortilla, yo no te la guardo .Estáte seguro. Para mí
sigues siendo el Emilio de hasta el 6 de marzo. Como dice la sentencia árabe, “suerte
en la separación”.
Un abrazo. César González-Ruano.
He tenido sin enviar esta carta un día para
repasarla en frío. En modo alguno me hubiera perdonado contigo una injusticia
ni una cólera momentánea. No la hay. Probablemente, el día de mañana, no podremos
decir lo mismo.
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