Querido y admirado Emilio:
Esta pesada y esperpéntica broma –estas bodas de
sangre- va mejor. Aunque lentamente, reacciono creo que del todo. Dentro de
pocos días creo que estaré normal. Los gastos, querido Emilio, han sido
sencillamente horrorosos, aun con la ayuda de la Asociación en la que sé que
también debo mucho a tus gestiones para los medicamentos. Luego mes y medio sin
ganar nada. Total, que aun haciendo prodigios la pobre Mary, no tengo en este
momento un duro. Me gusta más deberte a ti todo. Tengo en ti una total
confianza. ¿Puedes ayudarme con dos mil pesetas más que con las otras cuatro
que inolvidablemente me llevaste a Cuenca, hacen seis mil que descontaremos como
tú convengas? Ya sabes que no se pide nunca por gusto. Si te es fácil, puedes
dárselas a mi secretario, Pedro Garmendía, que personalmente te lleva éste, y
si no a Pérez Cútoli que viene a verme esta tarde a las cinco con Marino para
convenir la nueva sección.
Te lo agradecería en el alma tu viejo amigo, César.
Emilio Romero
Los papeles reservados de Emilio Romero, 1985
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