Mientras en Estados Unidos, Jay Leno, David Letterman y Conan O´Brien se sacaban los ojos, aquí todavía estábamos aprendiendo el concepto de “Prime Time” y lo más arriesgado que podíamos ver era Farmacia de Guardia. Todo eso lo cambió un kamikaze de la comunicación llamado Pepe Navarro. Navarro, un hombre conocido por su mal genio, su virulencia y su ambición sin límites ya había revolucionado las tardes en los 80 con una imagen de chico bueno con un punto de mala leche, y después había desaparecido: primero por voluntad propia, aprendiendo en América, y a su vuelta relegado por Antena 3 al horario de mañana.
Navarro tomó la noche, la madrugada incluso, con Esta noche cruzamos el Mississipi. Su gran acierto fue rodearse de buenos colaboradores —Florentino Fernández, Carlos Iglesias, Santiago Urralde…— y subirse a la ola del morbo que inundaba España a mediados de década. Con el paso de los programas y el éxito de sus contenidos, Navarro dio una vuelta de tuerca al formato: incorporó a la Veneno, un travesti con problemas de drogas, se acostumbró a los juicios paralelos y basó buena parte de su humor en el saqueo de chistes de Chiquito de la Calzada, con demanda correspondiente. En 1997, cansado de Telecinco, volvió a Antena 3 para hacer La sonrisa del pelícano. En su puesto entró Javier Sardá.
A Sardá le conocíamos como el vecino de al lado —“the boy next door”—. Un tipo simpático, divertido, con una larga trayectoria haciendo entrevistas amables en la radio y repartiendo gallifantes. No se podía ser más encantador. Quiso hacer un programa conceptual ambientado en Marte y lo llamó como la colección de relatos de Bradbury. Se rodeó de un señor muy bajito que pretendía imponer orden, un humorista con muletas y un imitador sacado de la nada. Sardá había coqueteado con la telebasura en Moros y cristianos y pronto vio que la mejor manera de batir a Navarro era hacerlo en su terreno: incorporó a Boris Izaguirre, a Adriansens, a Pilar Rahola… y a partir de ahí la cosa no pudo ir a peor: los hermanos Matamoros, streapers, pilinguis de Gran Hermano…
Sardá borró la sonrisa del pelícano en pocos meses —y a eso ayudó mucho la capacidad autodestructiva de Pepe Navarro— y fue ventilándose a todos los sparrings que Antena 3 le puso en el camino: Francis Lorenzo(¡Francis Lorenzo!), Jesús Vázquez, Máximo Pradera… hasta que la cadena de Planeta se rindió y se dedicó a otras cosas. Capítulos de Southpark, por ejemplo. Le fue mejor. Sardá fue acelerándose cada vez más hasta que la peonza se salió del estudio. Aún estamos esperando a que vuelva.
Guillermo Ortiz/Jot Down
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