lunes, 18 de junio de 2012

0 El retrato de Cascos

Todos los ministros al irse del Gobierno, además de llevarse una pensión, dejan encargado un cuadro. Con él quedan inmortalizados en el Congreso al margen de la gestión que hicieran, lo cual sobrecoge un poco. Hace unos meses se supo que el ex presidente del Congreso, Manuel Marín, quiso dejar una foto que costó 24.780 de los antiguos euros, y que su antecesor, José Bono, prefirió un retrato de 82.000, pues hay que amortizar el pelo. Cuando le preguntaron quién quería que le pintase a él, Francisco Álvarez-Cascos pidió a Antonio López porque Velázquez le dijeron que imposible. Por ello el Gobierno pagará al pintor 190.000 euros, que parecen pocos, ya que López tendría que cobrar un dinero por pintar el cuadro y otro por los que deja de pintar para ocuparse de Cascos, habiendo tantas calles en Madrid. Desde la marcha de Álvarez-Cascos del Ministerio uno creía que la representación artística que había elegido para que se le recordase era la performance que organizó en Asturias montando un partido, ganando las elecciones y repitiéndolas para perder, pero no, se ve que aquello fue en serio y que el ministro Blanco había firmado el presupuesto del cuadro sin pestañear, quién sabe si pensando en Lucian Freud, que se le acabó muriendo. El detalle de elegir al mejor hiperrealista hay que adscribirlo a la vanidad de Cascos, que no quiere ni por asomo que nadie lo confunda con otro: se trata de él, FAC, incluso más que el real, pues al acercarse al cuadro podrá uno recibir un bufido e incluso, de ser un día histórico, ver cómo se pone a envejecer en lugar del propio Cascos, en lo que sería un hermosísimo detalle faustiano antes de empezar con el default.

Manuel Jabois
El Mundo

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