Llevo tiempo incumpliendo la promesa de dedicar un domingo a mis películas favoritas del cine español. Y de hoy no pasa. Me acordé anoche, cenando con un amigo de los que, como yo, vivieron la infancia y primera juventud en cines de programa doble o sesión continua. Así que estuvimos toda la cena refrescando nombres de películas y directores, e incluso recuerdos comunes de tal o cual estreno. Tengan en cuenta que en materia de cine, y disculpen la chulería de un sexagenario, el mundo actual se divide entre quienes vimos estrenar Ben-Hur, Del infierno a Texas, Duelo en el Atlántico o Misión de Audaces -ese pañuelo de la chica en el cuello de John Wayne, antes de volar el puente-, y quienes no. Los que llegaron luego tuvieron otras cosas. Incluso mejores, tal vez. Pero no ésas. Nunca estuvieron a oscuras en un cine de acomodador y linterna, comiendo pipas mientras en la pantalla sonaba tatachán, tatachán,y aparecía el rótulo de El puente sobre el río Kwai.
Arturo Pérez-Reverte
XL Semanal
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