
Llegado un momento de la competición, los jugadores que sobreviven a la misma –sumémosle la temporada de tropecientos partidos y quinientas noches- andan más pendientes de la recuperación que del entrenamiento. Convivir casi un mes a estas alturas es posible que merme las mentes que solo piensan en la copa que alzar dentro de cuatro días, cuatro. En medio de todos ellos hay una excepción:Cristiano Ronaldo. El portugués pasa por ser el balón de oro robado como “El grito” de Munch y a estas alturas su genial egolatría le impide dejar de trabajar. O sea dejar de entrenar. Será la baza del último escollo español antes de la tercera...