Sin embargo la inevitabilidad
de este tránsito de la página impresa a las imágenes online no debe impedirnos
considerar sus efectos secundarios. Porque hacer un libro detectable y
examinable online significa también descuartizarlo. Se sacrifica la cohesión de
su texto, la linealidad de su argumento o narrativa que fluye a través de
decenas de páginas. Lo que los antiguos romanos encuadernaban artesanalmente
cuando craron el primer códice queda así descosido. Esa quietud que formaba “parte
del significado” del códice se sacrifica igualmente. Cada página o fragmento de
texto en Google Book Search irá rodeada de un mar de enlaces, herramientas,
etiquetas y anuncios, anzuelos todos dispuestos a pescar una parte de la
fragmentada atención de los lectores.
Para Google, con su fe
en la eficiencia como bien supremo y su deseo de “meter y sacar a los usuarios
rápidamente”, la desencuadernación de la obra no implica pérdida, sólo
ganancia. Dice Adam Mathes, jefe de Google Book Search, que “los libros suelen
vivir una vida vibrante offline”, pero añade que “online vivirán una vida más
emocionante todavía”. ¿Qué significará para un libro eso de vivir una vida aún
más emocionante? Las búsquedas son solo el comienzo. Google quiere, o eso dice,
que podamos “cortar en rodajas o dados” el contenido de los libros
digitalizados que vayamos descubriendo, hacer todas las operaciones de “vincular,
compartir y agregar” que son rutinarias con los contenidos de la Web, pero “no
se pueden realizar fácilmente con los ibros físicos”. La empresa ya ha
introducido una herramienta de cortar y pegar que “te permite recortar y
publicar pasajes de libros de dominio público en tu blog o página web”. También
ha lanzado un servicio que denomina Popular Passages, que pone de relieve
breves extractos de libros que han citado con frecuencia; y para algunos
volúmenes ha comenzado a mostrar “nubes de palabras” que, según dice la
empresa, permiten al lector “examinar un libro en diez segundos”. Sería tonto
quejarse de dichas herramientas. Son útiles. Pero también dejan claro que, para
Google, el valor real de un libro no está en la entidad autónoma de una obra
literaria, sino en otro montón de datos más que explotar. La gran biblioteca
que Google se apresura a crear no debe confundirse con aquellas que hemos
conocido hasta ahora. No es una biblioteca de libros Es una colección de
fragmentos.
¿Qué
está haciendo Internet con nuestras mentes? Superficiales
Nicholas Carr
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