Estimado Darío:
Embriagado por el buqué de este tintorro he llegado a la paradójica
conclusión de que Willy Toledo es, más allá de un mediocre actor o de un
ilustre ni-ni, un paradigma clarividente de la situación que atraviesa España y
de que en él se sincretizan buena parte de los achaques de una población que
vive encabronada y sin rumbo, usease
como Willy.
Procedente de buena familia y educado en selectos colegios, Willy
representa el típico niño bien que de la noche a la mañana y sin saber por qué
se torna en un concienzudo revolucionario, de poncho, kalimotxo y palestino, dispuesto
a rebelarse contra toda autoridad, ya sea paternal o del Estado.
Nada nuevo bajo el sol salvo que a Willy la rebeldía juvenil le ha
pillado con 42 tacos, con lo que es de suponer que fue a conciertos de Miley
Cyrus con 38 y le llegará la crisis de los 30 con 56. Se le llama “síndrome de
Peter Pan” y desde esta tribuna te invito a iniciar una recogida de firmas para
sugerir a la OMS que pase a denominarse “Síndrome de Willy Toledo”. De esta
forma haríamos justicia con Willy quien no pudiendo alcanzar las cotas de
popularidad de sus admirados Ché o Ho Chi Min, dejaría su poso en la Historia y
vería cumplidos sus anhelos de convertirse en una celebridad.
Yo que siempre he sentido cierto respeto hacia aquellas personas
que luchan por sus ideas, no puedo sino sentir pena por este tipo que se ha
ganado a pulso la burla y el escarnio de gran parte de la sociedad. Él solito
ha puesto su cabeza en la picota y se ha estigmatizado para siempre desgañitándose
con el “No a la Guerra”, apoyando a los presos de ETA, calificando a Otegui como
preso político (y a Orlando Zapata como delincuente común) o liderando un
piquete violento el 29-M.
Lo peor de todo no es que se haya encasillado políticamente en su
faceta como actor porque la carrera de este tipo, eterno candidato de la nada,
era tan gris y zafia como él. Tampoco es que lo haya hecho como ciudadano de a
pie porque es difícil que se cruce por la calle y tenga que explicar sus
opiniones a algún familiar del centenar de soldados muertos con ZP (más que con
Aznar), o a una víctima directa o indirecta de ETA, o a un exiliado cubano, o al
dueño de ese bar de Lavapies (al que aconsejo vaya a “La colonia del Tercio” donde
vive y le haga un piquete informativo pero en los ojos). Lo peor de todo es que
es imposible hacerlo peor, en el fondo, en la forma y en el tiempo, al servicio
de unas ideas tan sucias, y de manera tan oportunista y tan rastrera.
Sinceramente pienso que padece infantilismo y algún otro tipo de
trastorno neurótico por precisar; que, como dice Melendi, va de bar en peor; y que, como las putas,
cumple una función social: servir de entretenimiento a un público, entre el que
me encuentro, que aguarda expectante su penúltima bufonada.
Y ahora pasemos a hablar de lo serio. En cuanto a los capítulos de
violencia que se vivieron el 29-M no podemos reducir el comportamiento de decenas
de miles de personas al mostrado por una absoluta minoría. Tampoco podemos pensar
que todos los manifestantes son unos inútiles, vagos o vividores, o que estaban
políticamente manipulados. Como bien dices, los cinco millones de parados son
una realidad, la gente está jodida, todos conocemos a personas que lo están
pasando mal y es muy respetable que se manifiesten y que se indignen, siempre y
cuando respeten al que no tiene motivos para ello.
Y como esto último ha quedado demasiado correcto te diré que entiendo
el malestar de la gente joven pero personalmente de estar en su misma situación
actuaría de otra manera. Antes que dedicarme al terrorismo callejero o de
quedarme en casa a verlas venir, mientras durase el chaparrón me iría al
extranjero o me dedicaría a otro tipo de actividades, porque quemando un
Starbucks no se soluciona nada, salvo hundirte más en tu propia mierda o, con
la nueva ley que van a aprobar, acabar en el talego que quizás es lo que busca
esta chusma para pasar a vivir de un papá a otro papá.
Respecto a la gente con más edad y por tanto con menos
posibilidades, habría que analizar caso por caso pero estoy convencido de que
muchos de ellos se lo han montado rematadamente mal. A buen seguro han vivido
por encima de sus posibilidades, sin pensar en el mañana y ahora sólo les queda
llorar como plañideras. Suena duro pero es lo que hay, a nuestros abuelos les
tocó la guerra, la posguerra, el aislamiento, la sequía, el hambre y la
miseria, y supieron dejarse de panderetadas y salir adelante con dos cojones.
Se avecinan tiempos difíciles querido amigo: la Bolsa se hunde, la
prima de riesgo se dispara y vamos camino de los 6 millones de parados, y como
dijo Einstein habrá quien lo supere trabajando duro y quien no luchará y
acabará siendo superado…
Un abrazo
Anónimo
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