Si La resaca de los lunes se hubiera escrito el jueves pasado después
del derby, las señales en el folio serían inequívocas: cefalea, dolor de
estómago y más ganas de agua que los damnificados por los trasvases Tajo-Segura.
Pero se escribe los lunes, que es el día en que te levantas pensando en lo que
pudo haber sido y no fue. El empate del Bernabéu, por ejemplo, que Cristiano –al que pitaban- decidió
poner freno por aquello de callar a Clemente
que es un Mou sin títulos, gracia,
ni verborrea. O quizá sea al revés: Mou
es un vasco con gracia, que puede hacer un corte de mangas para acabar con el
señorío del Madrid. Hablando de señorío, nadie ha dicho aun que Sandoval acabe con el señorío del Rayo
por hacerle un tapón a lo Ibaka a Diego. Cosas de la prensa, que solo le
permite hacer todo lo que quiera y sepa a Bielsa,
que no es vasco pero es el entrenador favorito de Guardiola. Y viceversa.
Vayamos a lo del derby,
que a bote pronto lo habíamos calificado de La
historia interminable de Michael
Ende, pero que según avanzan las temporadas y los años sin ver una victoria
del Atlético de Madrid ha pasado a una literatura espesa y repetitiva.
Posiblemente ande entre los panfletos de Almudena
Grandes y Juan José Millás. Un
desaliñado contubernio de desvaríos, con similares intrigas y desenlaces finales
calcados: siempre ganan los blancos. Se acabaron las excusas, los árbitros, las
tácticas y los quizás. Hace tiempo ya que el aficionado blanco da por ganados
los seis puntos que les enfrentan a los del Manzanares como dan por perdidos en
Prisa los seis que le enfrentan a los inventores del fútbol.
-“Quien juega con los mejores pierde como los demás”
Decían en la película Hackers, al enfrentarse a los genios de
la técnica y la táctica de ordenadores, filosofía resultadista aplicada hoy al
derby. En Madrid, las corrientes filosóficas se dividen entre el mourinhismo y
el cholismo, como escuelas griegas enfrentadas aun compatibles, teniendo como
descarga común al Diógenes rapado de
Barcelona. Cholo, que viste como Pep, decidió jugar a los movimientos
con las líneas, lo que aun le queda grande, a él y al actual Atleti. Retrasó a
sus hombres 15 metros como ya hiciera ante el trajeado que le marca estilo, y
le costó los tres puntos como ya regalara al trajeado que le marca estilo.
Total, más de lo mismo. El espíritu del Atleti surgió hace dos temporadas no
por Quique ni Kun, sino por recordar la capacidad de devolver al Atleti allá
donde estuvo situado hasta que la pandilla de mangantes cogió el rumbo del
Titanic, a quien estrelló contra un iceberg llamado Hacienda que desembocó en un naufragio de ruina
económica y moral.
Porque los niños, como
apuntaba Juanma Trueba, que anden
rozando los 13 años que van desde que Hasselbaink
mandara a la red el último gol para la victoria del Atlético, andan ya
pendientes de perder la virginidad en ambos sentidos, con esos nervios de no
saber si quiera cual llegará primero. Máxime, cuando forman parte de la
generación, que ha visto ganar a España una Eurocopa y un Mundial. Vamos, que
se fueron de putas antes de acostarse con la vecina.
Darío Novo
0 comentarios:
Publicar un comentario