sábado, 9 de junio de 2012

0 Putas y periodistas (II)


Por eso es tan injusto que cientos de ellos lleven meses sin cobrar o que se les sugiera que trabajen gratis, diciéndoles que su trabajo no vale nada. “Es la crisis”, dice la canción que sale de los despachos. Aunque nadie recuerda que en tiempos mejores alguien descolgara el teléfono para decir: “Oye, va todo tan bien que hemos decidido pagarte el doble por el último reportaje, ese en el que casi te vuelan la cabeza en Kandahar”.
La crisis sirve para faltar el respeto a los profesionales y a los lectores. Para enviar a la gente a cubrir guerras sin un seguro. Para pedir que se escriba del Congo desde Alcobendas, sin dejar de enviar a tres reporteros a cubrir un partido de fútbol y a media redacción a la última boda de latontocracia. La crisis sirve para despedir a veteranos del oficio que solían hacer una cosa bien (PERIODISMO) y sustituirlos por jóvenes más baratos y explotables que hacen cinco al mismo tiempo, ninguna periodismo.
Solía decirles a los futuros reporteros que habían elegido la mejor profesión del mundo. Una con mucha precariedad, cierto, pero también una de las pocas que no conocen el paro. “Nadie sabe de una gran exclusiva o reportaje que no se haya publicado”, dije en alguna facultad. “Coge la maleta, vete a un lugar del mundo donde estén pasando cosas y empieza a contar historias. Lo peor que te puede pasar es que aprendas, de periodismo y de la vida”.
Por primera vez dudo de la validez del consejo. ¿Irse dónde si cada vez  interesa menos lo que pasa más allá del vecindario y la pelea de gallos que es la política nacional? ¿Vender qué historias si el dinero que se ofrece no paga el taxi, difícilmente el recibo de la luz? ¿A aprender qué si lo que se pide desde muchas redacciones es rapidez y cantidad, despreciando la calidad?
Quizá Cela tenía razón y los periodistas están destinados a ser como las putas: trabajando sin horario ni garantías, a menudo de noche, ofreciendo sus servicios al mayor número de clientes posible y soportando a los aprovechados que tratan de regatear los precios o intentan que el servicio les salga gratis, prometiendo traer dinero y respeto en una próxima visita. Solo que no vuelven o lo hacen olvidando ambos. Otra vez.

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