martes, 3 de enero de 2012

0 Balotelli, príncipe de la extravagancia (VIII)

Tampoco pidió perdón por una polémica entrevista para un canal italiano, donde no tuvo pelos en la lengua para dejar por los suelos la ciudad de Manchester: ‘No estoy contento en esta ciudad, no me gusta Manchester, es aburrida. Estoy bien con los chicos y con el entrenador, pero la ciudad no es de mi gusto’. De su boca no salió ninguna disculpa, a pesar de recibir numerosas peticiones de cientos de hinchas. Pero no se disculpó. Ni siquiera cuando varias asociaciones pacifistas le criticaron, abiertamente, por su vestimenta a comienzos de julio, cuando acudió a la Ciudad Deportiva de Carrington con motivo de un entrenamiento de pretemporada del City. ‘Balo’ se presentó luciendo una camiseta que glorificaba la violencia, cuyos dibujos plasmaban un mosaico compuesto por con una ametralladora, una pistola, un machete, un cuchillo y la boca de una niña sangrando. Gary Trowsdale dijo: ‘No me sorprenden este tipo de comportamientos tan reprobables en este chico’. Balotelli salió del embrollo con su particular sentido del humor. ‘Varios de mis compañeros me han preguntado por la tienda que vende la camiseta, no estará tan mal ¿no?’.
A caballo entre escándalo y escándalo, Balotelli también cultiva una veta personal menos conocida. Es un filántropo convencido, un personaje solidario con los más desfavorecidos. Colaborador de varias publicaciones destinadas a combatir el racismo (que tanto tuvo que sufrir en Italia, donde hinchas fascistas le coreaban ‘negro de mierda’) y financista de Médicos sin Fronteras, el delantero del City siempre tiene una sonrisa hacia los que no tienen una vida color de rosa. Destinó toda la recaudación de un spot televisivo como donación personal para construir una escuela secundaria en una aldea de Sudán (‘Así estos niñós tendrán una alternativa a las armas’) y visitó personalmente diferentes favelas de Brasil, adoptando a cinco niños en un proyecto que prevé la ayuda a más de cincuenta críos que, como él en su infancia, no lo tienen nada fácil para cumplir sus sueños. Su buena obra más conocida se produjo el día que, tras haber pasado la noche en el Casino y habiendo ganado una fortuna, decidió regalarle 1000 libras a un indigente que dormía protegido entre los cartones. O cuando decidió acompañar al colegio a un niño que sufría acoso escolar por parte de sus compañeros, a los que obligó a pedir perdón a su joven amigo.
Rubén Uría
Jot Down/Diciembre 2011

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