Hilton Center, Las Vegas, 17 de marzo de 1990. El reinado
de Mike Tyson,
el terror del Garden, se desmorona. Así que, para mantener su negocio de ríos
de millones de dólares, el crápula Don
King encuentra el relevo
perfecto en Julio César
Chávez, el león de Culiacán, el mejor boxeador del momento, libra por
libra. Un guerrero mexicano programado para matar, apodado ‘Mister Nocáut’, con
dinamita en los puños y un carisma tremendo entre los aficionados. Un Tyson en
miniatura con picante mexicano. Su contrincante es Meldrick Taylor, un
hércules de ébano de técnica depurada y reflejos felinos. La pelea lo tiene
todo: dos invictos, dos estilos antagónicos, dos campeones y dos personalidades
opuestas. Una bicoca para Don King, que mientras trata de exprimirle los
últimos dólares a Tyson, se frota las manos con la pelea entre Chávez y Taylor.
No se equivoca. La pelea rompe todos los récords en el pago por visión. El
cartel de la pelea, un anuncio de lo que se avecinaba: ‘When thunder meets
lightning’ [Cuando el trueno encuentra al relámpago]. Chávez, el puño de
Mexico, se presenta con un récord bestial de 68 victorias consecutivas —56 de
ellas antes del límite—, la racha más larga del boxeo en los últimos ochenta
años. En la otra esquina le espera Taylor, oro olímpico en los Juegos Olímpicos
de Los Angeles de 1984, con un récord de 25 victorias consecutivas —14 por
nocáut— y un combate nulo. Ambos, mexicano y estadounidense, ponen sus títulos
en juego. Solo puede quedar uno.
Julio César Chávez tiene
mandíbula de granito, pegada de mula y piel del diablo. Es el guerrero más
fiero de todo México, levanta al público de sus asientos y devuelve el precio
de la entrada pegándose, hombro con hombro, como si estuviera encerrado en una
cabina de teléfono. Chávez intimida. Está dispuesto a morir si llega el caso.
Taylor no esquiva su mirada, le escruta y le desafía: ‘Ni siquiera podrás
tocarme’. Suena el tañir de la campana y ambos saben que solo uno saldrá
de Las Vegas sin saborear la hiel de la derrota. El que lo consiga será el
heredero del trono del depuesto rey Tyson. En el primer asalto, Chávez intenta
ganar el centro del cuadrilátero para marcar su territorio. Se supone que
Taylor va a ‘bailar’ a su alrededor, tratando de impactar sus precisos ‘jabs’ y
mantenerse fuera del alcance de los puños del mexicano. Ocurre lo contrario. El
americano acepta el reto de Chávez, intercambia golpes y castiga, con
severidad, el rostro y el cuerpo del ‘León de Culiacán’. En posteriores
asaltos, Taylor desarbola a Chávez una y otra vez. A cada mano asesina del
mexicano le sucede una serie de golpes encadenados, con nitidez, por el campeón
olímpico. Chávez está siendo superado en su propio terreno por un boxeador más
potente, más rápido y tan fiero como él. La pelea es brutal. Las cartulinas de
los jueces conceden abrumadora superioridad al americano.
Rubén Uría
Jot Down
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