miércoles, 1 de agosto de 2012

0 La sonata de estío, de Don Ramón del Valle-Inclán (V)


“La niña Chole tenía esas bellas actitudes de ídolo, esa quietud estática y sagrada de la raza maya, raza tan antigua, tan noble, tan misteriosa, que parece haber emigrado del fondo de la Asiria…” Y cuando decide Bradomín viajar hacia México: “Yo sentía levantarse en mi alma, como un encanto homérico, la tradición aventurera y noble de todo mi linaje. Uno de mis antepasados, Gonzalo de Sandoval, había fundado en aquellas tierras el reino de Nueva Galicia; otro había sido inquisidor general, y todavía el marqués de Bradomím conservaba allí los restos de un mayorazgo, deshecho entre legajos de un pleito…””Cautiva el alma de religiosa emoción, contemplé la abrasada playa donde desembarcaron, antes que pueblo alguno de la vieja Europa, los aventureros españoles hijos de Alarico el Bárbaro y de Tarik el Moro”. Son estos párrafos de decadentismo clasicista, perlas prodigiosamente contrahechas.
Páginas hay en Sonata de estío que habrán costado a su autor más de una semana de bregar con las palabras y darles mil vueltas. Ha trabajado mucho, sin duda, para conocer el procedimiento de composición que da la mayor intensidad y fuerza de representación a los adjetivos. Valle-Inclán los ama sincera y profundamente; por algunos muestra un verdadero culto y los maneja con sensualidad, colocándolos unas veces antes y otras después del sustantivo, no por mero querer, sino porque en aquella postura, y no en otra, rinden toda su capacidad expresiva y aparecen en todo su relieve: los baraja, los multiplica y los acaricia. “El capitán de los plateados tenía el gesto dominador y galán…” En Beatriz se lee: “La mano atenazada y flaca del capellán levantó el blasonado cortinón…” “Beatriz suspiró sin abrir los ojos. Sus manos quedaron sobre la colcha: eran pálidas, blancas, ideales y transparentes a la luz”. Y en Sonata de otoño: “Se exhalaba del fondo del armario una fragancia delicada y antigua”. ¡Bella frase empolvada que parece salir revolando de entre los bucles de una peluca blanca!...
Este placer de unir palabras nuevamente o de una nueva guisa, es el elemento último y el dominante: de aquí que con frecuencia se amanere su estilo; pero, también de aquí, nace una renovación del léxico castellano y una valoración precisa de los vocablos.
Incuba las imágenes tenazmente para hacerlas novísimas: “La luna derramaba su luz lejana e ideal como un milagro”. En otra ocasión habla de las conchas prendidas en la esclavina de un peregrino “que tienen la pátina de las oraciones antiguas”, y de un “dorado rayo del ocaso que atraviesa el follaje triunfante, luminoso y ardiente como la lanza de un arcángel”.

José Ortega y Gasset
La lectura, febrero de 1904

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