Taaramae asalto uno
El estonio gana en Somiedo llevándose a Cobo segundo y convirtiéndole en opción. Scarponi abandona roto y Purito y Nibali pierden 1´40”.
Cuando vimos poner pie en tierra a Scarponi decidimos que esta competición no era secundaria. No lo era, porque uno de los favoritos caía con el honor de haber disputado una Vuelta terriblemente dura y acribillada. No hacían falta nombres. Porque quizá como explicábamos al inicio, la mayor competitividad no comienza en el momento de las estrellas, que siempre son escogidas, sino cuando las fuerzas se equilibran. Fue un orgullo de dureza de patria y de dureza de carrera: si en Hacienda somos todos en la Vuelta también.
Sucedió entonces una historia tan bonita que no sabremos si guardar en crónica o en cuento. 17 amantes de la locura que supone el ciclismo se lanzaron con el único objetivo de la victoria en un día complicado. En otra época les llamaríamos héroes. Aquí llegó la selección natural que en la Vuelta pasa de Darwin a Olano y que dejó en el puerto de San Lorenzo a De la Fuente y Taaramae. Antes, en un puerto que era un ensayo de lo que se preveía, el grupo de los 17 al que a partir de ahora llamaremos señores, llegaron a tener 7 minutos, lo que a estas alturas es un mundo y lo que en Madrid podría haberse convertido en una epopeya. No lo fue por el Katusha, que demostró que una epopeya del día a día vale más que la epopeya final. O no.
Asalto final
Cuando surgió el asalto final a Somiedo, Froome puso un ritmo infernal capaz de seguir Wiggins y Mollema, que destrozó a la gran baza (Nibali) y a la esperanza (Purito). Por delante entonces, se libró la batalla en la que Juanjo Cobo saltó del grupo de los elegidos para llegar al que quedaba de los señores.
Se escapó tanto Taaramae que supimos que iba a ganar. Y así fue. Por detrás, las pegatinas desaparecieron de David de la Fuente a quien Cobo se las robó, pero no el señorío. Juanjo ahora, ha pasado a ser cuarto y no sólo nos inspira ilusión. También respeto y confianza. No es una excusa de falta de liderazgo ni un tótem al que agarrarnos; es el esfuerzo de alguien que ha querido, podido y luchado. Por detrás llegaron Froome, Wiggins y Mollema a quienes vemos con limusina y chaqué, porque parece que para ellos el sudor no existe. Fue entonces un tiempo tan eterno por doloroso que no quisimos que llegara. Nibali y Purito pararon el reloj al minuto cuarenta. Pero ya se sabe, hasta los relojes estropeados dan la hora bien dos veces al día.
Darío Novo
@Dario_Novo
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