domingo, 13 de marzo de 2011

0 La Tercera Cultura en España (I)

Querido J:

Un grupo de valientes han puesto en marcha el proyecto español de la Tercera Cultura. 3.0 lo han llamado, en guiño de red digital. Está la antropóloga Teresa Giménez, que fundó Ciutadans; el joven filósofo (eso es una categoría establecida) Eduardo Robredo; el periodista José Pardina, director de la revista, tan pionera, Muy Interesante; y estuve yo también esta semana en Madrid para contribuir a la presentación pública del proyecto, que cuenta con el apoyo de gentes como los filósofos Ibn Warraq o Robert Redeker; los científicos Ramón Núñez o Manuel Toharia; el escritor, también editor de Alba, Luis Magrinyà; José Lázaro, último Premio Comillas de Biografías y el catedrático Gabriel Tortella. Han puesto en marcha una web, todavía en construcción, terceracultura.net. Pásalo, amigo mío, aunque sea a las orquídeas. ¿Qué quieren esta gente? Algo sencillo de decir, pero violentamente subversivo en lugares como España: añadir el punto de vista científico a la toma de decisiones. Es decir que la política, la economía, la literatura, el periodismo, la psicología, la religión, ¡y hasta la misma ciencia!, se encaren con el método científico.

Su modelo moderno es el Edge de John Brockman, el editor de Richard Dawkins, Daniel Dennett, Sam Harris, Christopher Hitchens y Steven Pinker. En su prólogo a El nuevo humanismo (Kairós, 2007), Brockman escribía: «Uno no puede por menos que maravillarse ante críticos de arte que no saben nada sobre percepción visual; ante críticos literarios, “construccionistas sociales”, que carecen del menor interés en los descubrimientos universales documentados por los antropólogos acerca del ser humano, ante opositores a los alimentos transgénicos, a los aditivos y a los residuos de los pesticidas que tienen un total desconocimiento de genética y de biología evolutiva.» La lista de maravillas podría ampliarse gravemente: filósofos que no conocen la teoría de la evolución, lingüistas que ignoran la neurociencia, políticos al margen de internet, economistas que no han oído hablar de la psicología cognitiva o legisladores morales que desprecian la huella genética. Ni que decir tiene que, en el caso ibérico, y en general en todas las culturas no anglosajonas, el espectro maravilloso alcanza niveles patéticos.

Arcadi Espada

El correo catalán / El mundo

22-11-2008

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